El mundo no enloqueció en una o dos semanas, sino que ha enloquecido gradualmente, como sucede en una buena novela. Las señales están ahí (dice el loco que carga su cartelito de “The End is Nigh”) y aunque algunos las nieguen, son imborrables; ya están escritas, el destino hace tiempo está finalizado. Unos padres, en algún lugar del mundo, llamaron a su neonata Brexit. “Algunos malos padres”, recalca la nota que leí pero a mí me dio gracia, y quise conocer a los padres sensatos de aquella chamaca para darles una medalla. Una metafísica, pues, porque el oro lo tienen otros. Si algunos niños se llaman Anivdelarev en conmemoración de un día que modificó el destino de nuestra humanidad, Brexit no es para menos. Que el nombre de nuestros retoños sea un recordatorio del día de los imbéciles.

Si uno, cuando está distraído y campechano, piensa en los británicos como los europeos gandalfitas y cultos y cosmopolitas y con un acento que sexualmente nos vivifica, entonces la satírica tiene sus dispositivos para corregirnos. Regrésate una o dos rayitas, mi zascandil, que yo gano esta apuesta, diría la ignorancia del Corre GC Corre (a ver a ver a ver, el GC es millennial o ya no, porque así como lo veo, el GC tiene pinta del 68, caray). El resultado del Brexit es un monumento a la ignorancia y al control político. Quienes votaron a favor de salir de la Unión Europea, no sólo querían proteger su raza y su buen nombre, sino juraban que recibirían beneficios vitalicios porque un par de políticos avispados, un día, prometieron un mejor sistema de salud y sepa cuántas cosas más. “Nos equivocamos en las promesas”, dice uno que otro por televisión, mientras que el primer ministro dimitió para darle chance de tomar mejores decisiones a un gato. Está bien, respira uno y puede hacer el chistorete de sobremesa: “lo bueno que esos viejitos están en su isla”.

Del otro lado, México, ay, mi tierra del chile (7-0) y del buen humor y del ingenio y de la perpetua sonrisa porque ay, los mexicanos, no nos dejamos, que buenos somos, somos el corazón de la humanidad, del planeta Tierra, y nos la deben porque a pesar de nuestro pasado de salvajes que masticaban corazones crudos, también inventamos el cero, uno de los mapas estelares más increíbles de la historia y alguien debería tener piedad de nosotros, ay, nosotros. Tampoco nosotros nos quedamos atrás.

Uno de nuestros pokemones más difíciles de capturar: La reforma educativa. Así como Brexit es un cuento moral acerca de la desinformación y la ignorancia, un excelente ejemplo de cómo mantener a todo un segmento de gente en las sombras respecto a qué significan ciertas decisiones políticas; pues la reforma educativa no se aleja tanto. La población sigue dividida en sus opiniones y no se dan cuenta de los horrores que son capaces de pronunciar con tal de que… algo, no saben qué, pero algo, ya se acabe. Muchos de los maestros no tienen de otra, deben protestar (a pesar de su vida y del gobierno) porque el documento simplemente quita el control que tienen unos para dárselos a otros igual de chapuceros, y nadie ha tenido el gusto de redactar algo que les dé un poco de autonomía. Para qué. Si los hooligans sabihondos, desde generaciones atrás, han gestado sus métodos de control a través de la buena educación y la hora del té, y los grandes han sumido en una profunda ignorancia a los pequeños, por qué nosotros no deberíamos en el país del corazón y la sonrisa.

Recuerden: la reforma educativa es una columna para la educación de nuestros chamacos y de nosotros depende también participar activamente en no permitir que se cometan atropellos, porque buena parte de nuestro futuro depende, también, y además, de cómo se educa a los niños en las aulas para que tomen mejores decisiones de las que nosotros podremos tomar cuando seamos viejos, chochos y mastiquemos azúcar homeópata para salvarnos de los dolores, del cáncer y de un corazón roto. Aquí podemos protestar aún, podemos enfrentarnos a las armas y a las decisiones terribles de la gente que controla el destino, y es nuestro deber aprovecharnos de ello y de los métodos permitidos que nos ayuden a expresar nuestro descontento, pues en otros lados, más viejos y más estériles, generaciones de ignorancia y de aridez, consiguieron una pacífica muerte del espíritu. Y para la ironía, y su espíritu jubiloso, nunca es demasiado tarde.