La vieja madre Hubbard buscó un premio para el perro: un hueso en la alacena,
pero cuando llegó estaba vacía y el pobre animal se quedó sin cena.
La vieja madre Hubbard fue con el panadero para comprar un pan al perro,
pero cuando regresó, el pobre can estaba tieso y listo para el entierro.
La vieja madre Hubbard fue con el carpintero para mandar hacer un féretro,
pero cuando regresó a la casa el perro la recibió saltando bien entero.
La vieja madre Hubbard fue a la cocina y preparó un platón de tripas,
pero cuando regresó el perro fumaba de su pipa de tres maderas.
La vieja madre Hubbard fue a la taberna a buscar un poco de cerveza,
pero cuando regresó, el perro la esperaba, pulcro, sentado en la mesa.
La vieja madre Hubbard fue a comprar un vino con su hermana Teresa,
pero cuando regresó a casa el pobre y viejo perro estaba parado de cabeza.
La vieja madre Hubbard fue con el sombrerero a comprar una cachucha,
pero cuando regresó el perro alimentaba al gato en medio de una lucha.
La vieja madre Hubbard fue a comprar una peluca con el peluquero,
pero cuando regresó a la casa el pobre perro bailaba un bolero.
La vieja madre Hubbard fue a la verdulería necesitada de fruta fresca,
pero cuando regresó a la casa el pobre perro tocaba la flauta.
La vieja madre Hubbard fue con el sastre a comprar un abrigo de buena fibra,
pero cuando regresó a la casa el pobre perro montaba una cabra.
La vieja madre Hubbard fue a comprar unos zapatos con la señora Leticia,
pero cuando regresó a la casa, el pobre perro leía del periódico las noticias.
La vieja madre Hubbard fue con la costurera pues quería un vestido para verse guapa
pero cuando regresó a la casa, el pobre perro hilaba y deshilachaba la lana.
La vieja madre Hubbard fue a la calcetería a comprar calcetines antes de la hora de la siesta,
pero cuando regreso a la casa el pobre perro se había vestido para irse de fiesta.
Ella hizo una reverencia y el perro se inclinó,
La dama dijo “Con mucho gusto”, y el perro dijo “Guau guau”.
Este perro maravilloso era la delicia de la vieja madre Hubbard,
sabía leer, sabía escribir, sabía cantar y sabía bailar.
Siempre lo premiaba con enormes y suculentos huesos,
y cuando el perro se murió, la vieja madre Hubbard, le encargó un monumento.