Publicado originalmente en LJA.

En algunos círculos, hay gente que no puede evitar una que otra risita cuando le dan vueltas al argumento de que no somos la realidad base y que probablemente somos el experimento de una mente superior. Dígase esto último con voz de actorazo, profunda y carrasposa. Yo me angustio de vez en cuando porque soy de naturaleza indiferente hasta que no y me da el patatús.

Después de todo, la idea de que nuestra realidad es una ilusión no es novedad: la vida es sueño, el mundo es un escenario, somos impulsos eléctricos y una acumulación de datos. Si acaso, lo reconfortante en esta tendencia de creernos en la Matrix resuelve una pregunta muy humana: “¿Para qué estamos aquí?”, pues somos un algoritmo construido para resolver un problema. Aún no sabemos cuál. Quizás lo mejor es nunca saberlo.

Uno de los videojuegos que rompió las expectativas de la gente se llama No Man’s Sky. Es un juego de generación por procedimientos, es decir, el universo se genera al momento de jugarlo. No está diseñado de antemano, no hay dios que haya nombrado a los animales o las piedras, sino que los miles de millones de planetas, además de su flora y su fauna, fueron diseñados por una fórmula. La gente se volvió loca, no sólo por una imaginación exacerbada por las posibilidades, pero también por las promesas fallidas. La moraleja más valiosa de todo esto: la exploración de miles de millones de mundos generados al azar no sólo es abrumador, pero también puede ser aburrido.

Así, todos esos animales y árboles generados por un hombre ocioso, de repente quedan suspendidos en el disco duro por hartazgo y luego olvido; si me tranquilizaba pensar que nuestra simulación servía para responder la pregunta de un cerebrote, también queda la otra posibilidad: somos la rebaba de una fórmula, el sobrante incómodo. Quizás nuestro propósito no es humano pero está en otro lado del universo. Quizás cuando haya una respuesta, por fin, alguien tendrá el gusto de apagarnos. O quizás alguien nos tomó cariño y está esperando el fin de nuestro desarrollo con una tranquilidad inhumana.