Confucio trabajó por muchas lunas para enseñar a la gente lo que es justo. Un día pensó:
«Ya enseñé por muchos años, ahora iré a descansar un rato.»
Pensó por algún tiempo a dónde ir, así que fue a consultarlo con Tsze-Lu, Yen-Yuen y Tsze-Kong, sus fieles pupilos.
—Estoy pensando en descansar por tres lunas y visitar la montaña de Tai-San, pero no quiero ir solo. Quiero que ustedes me acompañen. ¿Dónde creen que sea el mejor lugar en las montañas?
—En el lado suroeste, donde el sol brilla cálido y el viento no es frío —contestó Tsze-Kong.
Luego, los tres fueron a sus habitaciones a planear el viaje.
Diez días después Confucio y sus pupilos salieron con dirección a la montaña Tai-San para descansar por tres lunas, pero incluso ahí, sus pupilos llevaron sus libros consigo y no abandonaron sus estudios.
—Qué grandes y hermosas son las cosas que hace el Creador —dijo un día Confucio mientras daba un paseo por la montaña Tai-San—, incluso los árboles, los arbustos y las flores van más allá del entendimiento del hombre.
Luego se dirigió al templo, en donde admiró los retratos de grandes hombres. Cuando encontró el retrato de Dai-Yee, el justo, dijo:
—Fuiste un gran hombre. Te recordamos y honramos. Otras generaciones vendrán y te rendirán honores igual que nosotros.
Caminó por ochocientos metros hasta que se cansó y se sentó bajo la sombra de un árbol Fa-Nien-Ts’ing; pronto se quedó dormido.
De repente escuchó un ruido. Creyendo que sus pupilos lo acompañarían, despertó pero no vio a nadie. Se acomodó para seguir durmiendo. Nuevamente escuchó el mismo ruido y al mirar arriba, se dio cuenta de que los árboles Mon-Tien-Sing y Fa-Nien-Ts’ing se miraban cara a cara. Y no parecían felices el uno con el otro. La cara del árbol Mon-Tien-Sing estaba desfigurada por la ira y dijo encolerizado:
—Si yo fuera el Creador, no te permitiría vivir. Pasa un año y pasa el siguiente y no creces nada. Comes tanto y ocupas mucha más tierra que yo, y aun así no creces. Nunca he sabido que hayas hecho nada de provecho desde que naciste, y se dice que has vivido por cinco siglos. Tus ramas están torcidas y tu corteza es tosca.
»Tampoco es que seas agradable a la vista. ¿Crees que le importas a los hijos del hombre? No, porque no tienes ni flores ni frutos. Si la gente se sienta a tu sombra, cuando el viento sople de seguro que tus feas hojas caerán y los picarán.
»Es raro que el leñador no te haya hecho cachitos, árbol inútil. Si yo fuera el Creador, no permitiría que el sol brillara sobre ti, no te daría lluvia para beber, haría que el viento soplara fuertemente hasta que te arrancara de raíz.
»Mira como tengo las flores más hermosas y le agrado a toda la gente. Un día, dos mujeres pasaron y una le dijo a la otra:
»—Mon-Tien-Sing, cómo me gustaría llevarte conmigo. Eres muy hermoso, pero temo que yo no seré de tu agrado. Tres veces he juntado tus flores para mi cabello, pero fui descuidada y al pasar por un arbusto, una de sus ramas las rozó y todos los pétalos cayeron. Me gustaría llevarte a mi jardín y que florecieras cada tres lunas por siempre.
»Mi nombre es Mon-Tien-Sing, que singifica “flores cada tres lunas”. Y si no lo sabes, también tiene otro significado. Te lo diré.
»Cuando miras al cielo durante las noches de verano, ¿sabes cuántas estrellas hay en el cielo? Incluso el hombre no puede contar las brillantes estrellas de un cielo claro. Yo soy Mon-Tien-Sing. Mon significa lleno, Tien significa cielo, y Sing significa estrellas: “cielo lleno de estrellas”. Ese es mi nombre. Crezco con rapidez, cada tres lunas me lleno de cientos y cientos de flores. No necesito de siervos que cuiden de mí, ya que crezco en todos lados. Incluso las gallinas y las aves me admiran, vienen hasta aquí para comer mis semillas y engordan.
»Si fuera el Creador, los Mon-Tien-Sing crecerían en todas partes, en todo el mundo, y llenarían la tierra con su dulzura, pero, ay, tan sólo quisiera alejarme de ti. No soporto mirarte y aquí debo estar, siempre a tu lado. Tus ramas son demasiado fuertes y cuando el viento sopla me rasguñas y dañas mis hermosas flores. Rezaré para que venga un leñador y te corte de un tajo, árbol maligno e inútil.»
El árbol Fa-Nien-Ts’ing no contestó, aunque agachó su cabeza avergonzado. Sabía bien que era feo, que sus ramas eran afiladas y su tronco tosco, pero se dijo a sí mismo:
«En mi corazón presiento que un día alguien sabrá apreciarme. El Creador me hizo y de seguro me hizo para algo bueno. Seré paciente y esperaré ese día.»
Tres lunas después los días se hicieron fríos y las cosas se congelaron. Los ríos se paralizaron, las flores se escondieron, los árboles y los arbustos se despojaron de todas sus hojas, pero el árbol Fa-Nien-Ts’ing mantuvo su cabeza en alto y sonreía valientemente. Mantuvo todas sus hojas, las cuales reverdecieron más y más.
—El viento de invierno me hace bien —pensó—. El hielo no me hace daño. Este es el momento de mi felicidad, porque la gente quiere tener un poco de verde en sus casas. Hoy vinieron a la montaña y no encontraron nada verde, excepto mis hojas.
»Un joven estaba por casarse y no podía encontrar flores, así que tomó mis hojas y ramas y las puso en su casa. Los pájaros acuden a mí por refugio del viento y la nieve. Dicen que el Fa-Nien-Ts’ing es un buen hogar.
»El viento es frío, frío todos los días, pero yo reverdezco más y más. El leñador viene a acompañarme y me confiesa que mantengo el viento frío lejos de él. Sé que el Creador tiene un gran plan para mí.»
Entonces Confucio despertó. Miró hacia arriba y hacia abajo, miró atentamente alrededor. No había ninguna criatura viva excepto los árboles Fa-Nien-Ts’ing y Mon-Tien-Sing, y dijo:
—Fue un sueño, pero estoy seguro que escuché al árbol Mon-Tien-Sing discutiendo con el árbol Fa-Nien-Ts’ing. Sé que las cosas del mundo mantienen un significado profundo. Esta es mi lección: no seré como el Mon-Tsien-Sing, pero deseo ser como el Fa-Nien-Ts’ing.
Se levantó y puso suavemente su mano sobre el tronco del Fa-Nien-Ts’ing y dijo:
—Cuánto tiempo has permanecido de pie, oh, árbol paciente. Que el frío viento del invierno no cambie tu naturaleza como cambia la de las aves, las bestias, los hombres, e incluso la de tu enemigo, el Mon-Tien-Sing.
»El clima frío te mejora, ya que reverdeces como si fuera primavera, y no hay árboles, arbustos o flores que puedan hacerlo como tú. Cuando llega el invierno ¿dónde están las flores? ¿Dónde están las hojas? ¿Dónde están todas las cosas bellas que crecen? ¿Dónde está el pasto, dónde está el verde del campo? Todos se han ido. La primera helada de la adversidad se los lleva uno por uno, pero sólo tú puedes soportar el dolor y crecer aún más bello.
»Tu vida es una lección para mí. Sirvo al rey y sirvo a la gente, pero le agrado a pocas personas. Tres reyes trataron ya de matarme, aunque mi doctrina es servir al mundo y ayudarlos a todos.
»Pero los reyes no escuchan mis enseñanzas, y mis hermanos tratan de alejarme, tal como el árbol Mon-Tien-Sing desea alejarse del Fa-Nien-Ts’ing. Pasé cuatro días sin comida y muchos fueron los enemigos que me rodeaban cuando fui expulsado por el emperador. Pero sé que mi deber es continuar con vida y enseñar en el mundo, aunque es invierno para mí y los fríos vientos de la adversidad soplen, y los corazones de mi gente parezcan duros y fríos como pedazos de hielo. Espero ser como el árbol Fa-Nien-Ts’ig y permanecer firme en la montaña de la virtud para siempre y que yo, Confucio, pueda hacer bien en este mundo invernal.
»No seré como el árbol Mon-Tien-Sing, que por la mañana está cubierto de bellas flores que caen antes de anochecer. Es bello por una hora, pero es sumamente frágil. No tiene frutos y sus flores duran sólo un día, mientras que el árbol Fa-Nien-Ts’ing es fuerte de corazón y mente, a pesar de que un mundo está en su contra.»