Un día, el padre de Ah-Fou le dijo:

—Ven aquí, hijo, que te voy a contar una historia. ¿Recuerdas al león que vimos el otro día? ¿El que capturó Ah-Kay? Fue capturado por una red de cuerda muy fuerte, y rugió y trató de liberarse hasta que se murió. Cuando Ah-Kay lo sacó de la red, examinó la cuerda y el bambú, y descubrió que cinco de las cuerdas estaban rotas.

»¿Sabes tú cuán fuerte es el león? Veinte niños como tú no habrían roto uno solo de los hilos de la cuerda, pero el león rompió cinco cuerdas enteras. Es el más fuerte de todos los animales, es capaz de cazar a muchas criaturas y comerlas, pero una vez perdió la pelea con uno de los animales más pequeños de la selva. ¿Sabes de cuál hablo?»

—Un pájaro podría luchar y escapar de inmediato. ¿Fue un pájaro?

—No, mi niño.

—Un hombre es más fuerte que un león.

—No. ¿Recuerdas al leñador que podía luchar contra cinco hombres fuertes? Una noche salió a la selva, un león lo atrapó y lo mató.

—Entonces… ¿Cuál es la pequeña criatura de la selva que luchó contra el león?

—Te contaré la historia. Alguna vez, un verano, un león estaba muy sediento, pero el sol había evaporado toda el agua de los estanques cerca de la casa del león, por lo que buscó el agua en muchos lados. Con el tiempo encontró un viejo pozo, pero el agua no estaba fresca. Sin embargo, como el león tenía mucha sed, dijo:

»—Debo beber, a pesar de que el agua no esté muy buena.

»Pero cuando metió el hocico por el viejo pozo, descubrió que era la casa de todos los mosquitos de la selva. Estos dijeron al león:

»—¡Vete! No eres bienvenido. Esta es nuestra casa y somos felices aquí. No queremos que el león, ni la zorra, ni el oso vengan aquí. No eres nuestro amigo. ¿A qué vienes?

»—¡Criaturas débiles y tontas! Yo soy el león, son ustedes las que deben largarse pues he venido a beber. Esta es mi selva y yo soy el rey. ¿Saben ustedes, animalitos indefensos, que cuando salgo de mi guarida y rujo a los cuatro vientos, todas las criaturas tiemblan como hojas e inclinan su cabeza ante mí? ¿Quiénes son ustedes para tener una casa en la que no me permitan entrar y quiénes son para decirme lo que debo hacer?

»—Eres uno, y aun así hablas como si fueras muchos. Nuestro pueblo ha vivido en este viejo pozo antes de que tu rugido se escuchara en la selva. Muchas generaciones han nacido desde entonces. Esta casa es nuestra para decidir quién entra o no. Y todavía tienes el atrevimiento de ordenar que nos marchemos. Si no te das vuelta en este momento, llamaremos a todos los nuestros y conocerás lo que es estar en problemas.

»Pero el león mantuvo su cabeza en alto, orgulloso y enfurecido dijo:

»—¿Quiénes son ustedes, pequeños entre los pequeños? Mataré a cada uno de sus hijos inútiles. Cuando beba, abriré mis fauces sólo un poco y todos serán tragados como el agua. Para mañana los habré olvidado.

»—¡Fanfarrón! No creemos por un momento que tengas el poder de destruir a nuestro pueblo. Si deseas pelea, ya veremos. Conocemos la grandeza de tu nombre y que todos los animales inclinan su cabeza frente a ti, pero nosotros podemos matarte.

»El león saltó del enojo.

»—Ninguna criatura se había atrevido a decirme estas cosas, a mí, al rey. ¿Vine a caer al vil pozo de los mosquitos imbéciles?

»Y alzó su cabeza y rugió para la guerra. Se preparaba para matar a todos los mosquitos. Pero todos ellos, los pequeños y los grandes, volaron y lo rodearon. Muchos se le metieron en las orejas y los más pequeños en la nariz. Los más grandes se metieron en su hocico y picaron con fuerza. Miles y miles colgaban en el aire, cubriendo por completo al león y zumbaban escandalosamente.

»El león pronto se dio cuenta de que no podría ganar esa batalla.

»Rugió y saltó, y sus dos patas cayeron adentro del pozo. Este era estrecho y profundo, por lo que quedó atorado. Sus dos patas traseras pataleaban en el aire y su cabeza colgaba en la oscuridad del pozo. Mientras moría, pensaba:

»—Mi orgullo e ira me trajeron a este destino. Con palabras más gentiles, los mosquitos me habrían regalado agua para saciar mi sed. Era sabio y fuerte en la selva, e incluso animales más grandes temían mi poder. Pero al pelear con los mosquitos caí vencido y ahora muero no porque mi fuerza sea insuficiente, sino debido a mi imbecilidad y mi ira.»

Ee-Sze (significado): El sabio puede vencer al tonto. El poder no es nada, la fuerza no es nada. Los sabios, gentiles y prudentes siempre pueden ganar.

Esta es una traducción que hice de un libro de fábulas chinas. El libro puedes adquirirlo si das click aquí.