Beatbuddy es uno de esos juegos que intimidan por la cantidad de menciones y premios que luego presumen en la portada. Respiré profundamente y decidí esperar lo mejor; estos juegos indie, algunas veces, se destacan por ser más bonitos o aspirar a romper ciertos límites narrativos antes que… no sé, jugarse bien. No es el caso de Beatbuddy. Afortunadamente hay un juego sólido e interesante detrás de la música y de las gráficas.

Supongo que el videojuego también inspirado en Ecco (habría que estudiar cuántos son hijos del delfín) porque todo ocurre en el mar y en estas plataformas, en vez de correr, te toca nadar. Beatbuddy presenta la historia de unos espíritus acuáticos que son los guardianes de la música y de algún océano. Tu papel es explorar varios mundos acuáticos al ritmo de música electrónica y en el camino recuperar algún artefacto para restaurar el balance. Típico pero chingón. La música, como lo promete el juego, es sabrosísima y el progreso afecta su ritmo; surgen los instrumentos y su beat acelera conforme avanzas.

Las gráficas tienen un estilo caricaturizado de alta resolución y calidad. Cada escena (personaje, fondo y enemigos) parece una caricatura que verías en MTV de los ochenta (muy ad hoc con el tema musical del juego). Es muy guapo apreciar cómo se mueven los villanos al ritmo de la música, y ello parece una invitación al jugador a incorporarse dentro del ritmo. Predomina cierta intención de evitar a los enemigos, bailar con ellos, en vez de la destrucción (ojo: el juego sí tiene sus pedazos de destrucción, aislados, pero los tiene). Beatbuddy también consta de algunos acertijos de velocidad y movimiento los cuáles, bueno, pueden tomar un par de intentos y podrían interrumpir el flujo, pero nada grave.

¿Recomiendo Beatbuddy? Simón, es un juego hermosamente detallado y su vida musical es pura gozadera. No tiene una gran historia, algunos diálogos están chafones, pero querrás explorar su fascinante mundo acuático y sus escenarios estridentes.