Ley de Seguridad Interior: un puñado de sonsos se compraron un arma para justificar todos sus movimientos chuecos. No veo por qué incentivar el uso activo de los militares dentro de nuestro país, y mucho menos con el poder tan amplio que les dieron. Con esta nueva ley, se pueden imaginar y desarrollar toda clase de escenarios terribles: golpes de estado, intervención militar en las siguientes elecciones, desapariciones justificadas por el sueño paranoico de algún priista y si algún batallón se pone creativo, por qué no, tomar una que otra gubernatura. La ley marcial sobre la ley civil. ¿Exagero? Pero los gobernadores son el enemigo. Quizás deberíamos dejar que las cosas sigan sus rumbos tan pintorescos, tan desastrosos y calculados para continuar la destrucción de nuestro propia e inventada gloria.
Los niños salvajes: quizás la clase política también está harta de que no puede confiar en los organismos de seguridad. ¿Cuántos de ellos no recibirán amenazas de muerte, de secuestro y de bailar el pasito perrón al día? ¿Cuántos suspicaces detectives no les enviarán información con las cantidades exactas de sus cuentas de banco y a ver, a ver, a dónde se movió ese dinero que me prometiste? Spoiler: ya lo vi en los Panamá Papers del internet, cabrón. Yo también estaría aterrado. Desde siempre parece que la solución de los cerdos opulentos es hacer tocino al lechón de a lado. Cuando se les prende el coco y proponen, por ejemplo, pena de muerte a los malvados y castración sin químicos para los violadores. Qué tan dañadas estarán esas cabezas incapaces de imaginar los resultados trágicos de sus ocurrencias para resolver la violencia con más facilidad de violencia. Tanto necesitan seguir mamando de la madre.
Queremos salvarte, PRI: el villano de las últimas setenta temporadas sigue vivo, tal vez más vivo que nunca. Cruzamos los dedos, esta vez sí se lo echan, pero no, el maldito se levanta de nuevo y sigue andando a través de puro compadrazgo, pura experiencia gubernamental, puro odio sistemático y anacrónico por el mexicano. No es que sea responsabilidad de algún héroe matarlo, o siquiera nuestro deber como sociedad, para qué, si todos los días lo vemos apuñalarse a sí mismo. Las últimas veinte temporadas son el relato de un seppuku perpetuo: el PRI se mete el cuchillo en el vientre, lo retuerce, pero tenemos años mirando la misma sangre, el mismo truco y se retuerce en el piso pero ya nadie se acerca a mirarlo. Qué diablos. Es capaz de apuñalarse a sí mismo para seguir existiendo, para seguir hundiendo sus raíces sobre la tierra y seguir extirpando los nutrientes necesarios. Yo creí que tendría la fortuna de verlo desaparecer en mi tiempo de vida. Hoy lo dudo. Mis sobrinos crecerán también bajo su amparo, su lenguaje anquilosado y sus prácticas rastreras. La revolución interminable.
El dron de dios: una mosca sobrevuela mi taza de café. ¿El ejército ya me está vigilando?
Cómo salir de aquí: paciencia y no callarse las quejas. Sí, mucho ruido puede ser molesto, pero sólo hay que dirigirlo a las orejas que aceptaron el deleitable placer de escucharnos a nosotros, ay, nosotros, los ciudadanos. Tanta ley drástica y comentario mafufo del emperador maximus, tanto candidato independiente y movimiento extraño, significa que hay gente haciendo bien las cosas: denuncia, opina, graba, lleva sus penas hasta las últimas consecuencias y quizás todavía más. Cada fosa descubierta, cada varito redirigido a algún paraíso fiscal, es el dolor ventral de un gobernador corrupto, uno que nunca se recuperará. No perdamos las voces independientes que hemos construido a través de los nuevos medios, tampoco las abandonemos. Como lo he dicho antes, si ningún senador o diputado puede dormir tranquilamente, y sin guarura afuera de la puerta, es que lleva mucho tiempo encerrado en el sistema que él mismo ayuda a mantener dorado y pulidito todos los días. Todos los recordatorios que no lo dejan dormir, al final, son bien merecidos.