Dios: no creo ser el único que ha visto a la figura cósmica de dios como un viejo adusto y aburrido, un arquitecto que siempre está corrigiendo los mismos planos. La espalda encorvada, los codos sobre un restirador, está retirando con una navaja los excesos de tinta. Cuando sus correcciones se han excedido, busca sus estilógrafos para agregar las líneas que ha quitado. Sus ojos negros y naturalmente crueles y perspicaces, detrás de los lentes de fondo de botella, entienden incluso a nivel atómico las consecuencias de su obsesión. Qué puede importar una persona cuando prioriza en su designio las mediciones cuánticas para estabilizar el cosmos. Y si acaso, en un desafortunado instante, Dios decidiera posar su mirada sobre una persona porque algunas correcciones deben hacerse, no puede ser algo menos que terrible para esa manchita molesta.
Akita: un buen día, cuando has huido de Silent Hill, abres una puerta misteriosa después de seguir una combinación de pasos imposibles y descubres que formas parte de una simulación en un juego de terror. Pero el horror no lo maneja algún dios cruel o milenario; es un perro quien pica los botones en el cuarto de control y tu vida es el resultado de una ironía pavloviana. Castigo y recompensa, salivas y deseas. Los pasillos que has escogido y los monstruos que has asesinado, la vida que has recuperado y los secretos que has descubierto, son el pasatiempo de un perrito adorable. Wow. So much doge.
Buda: la piedra del río que algún día (después de una eternidad) se convertirá en la estatua de un milagro. El alma es una impureza que repite su existencia hasta convertirse en un dios tramposo y perfecto que puede atravesar los muros y asomarse por la ventana de la casa que esconde LA VERDAD. La resonancia, el eco, la mierda. El tao es el verdadero tao; uno bajo el cielo, todos bajo el cielo. Dios, el que hace los planes, intuye la visita de los humanos perfeccionados pero ellos y Él no pueden tocarse las manos. ¿Es Dios el humano perfecto? ¿El único que ha repetido infinitas veces su existencia y que ha palpado la verdad entre sus manos? Invalidan, pero además justifican, la existencia del uno sobre el otro.
Ba’al Zvuv: pero no existe la perfección humana o el espíritu perfecto sin una contraparte. Mientras algunos dioses se vanaglorian de la eternidad y la paciencia, otros convierten el tiempo en un zumbido perpetuo. El dios de los neuróticos, Belcebú, está montado sobre su mosca para alimentarse de la mentira del tao, es decir, de la mierda y la degradación de los cuerpos. Cuando algún tonto o necio habla de la energía, Belcebú se relame los pelos de las patitas y estira los bigotes. Miles de ojos posados sobre la mentira. La perfección en la luz, la blancura de las telas y los cielos, son una falacia; el señor de las moscas es feliz en la oscuridad y el caos.
Amaterasu: en el cielo una hermosa mañana; la guadalupana, la guadalupana. No bromeo: algunos encuentran hermanas, o incluso doppëlgangers, a las diosas del sol y del cielo. No importa si uno entrecierra los ojos y las mira similares, la certeza es que el sol es uno de los dioses más ecuánimes: un día terminará con la vida de esta galaxia y no habrá rastro de nosotros. Japonesa o mexicana, la buena madre de la humanidad es piadosa y no tiene prisa para extinguirnos con su fuego de vida, su fuego amoroso.
Granfaloon: Kurt Vonnegut dice que es una asociación orgullosa y sin sentido de seres humanos. Pero en el castillo de Drácula, según la versión de Konami, se trata de una esfera espiritual que reúne cuerpos en descomposición. Es encantador asumir el papel del Belmont en turno, golpearla con el látigo y mirar cómo los cadáveres vivientes se separan y caen a un mar de extremidades y de sangre. Dios del sadismo involuntario y las grandes masas. También conocido como Legión, la esfera de los cuerpos ronda el mundo para destruir cualquier rasgo de anarquía y de individuo. Algunos tuiteros les llaman seguidores y los ídolos pop los conocen como fanáticos. Puede ser romántico encontrarse a una comunidad que reza al mismo dios, corazones que laten al mismo compás, pero por obvias razones, pocos quieren hablar del sacrificio que eso implica: la comunión, la incongruencia de ciertas ideas, los fluidos y los desmembramientos. Nadie quiere pensar en lo desagradable que es pertenecer.