Dalek: es increíble como una lata de carne procesada puede dar tanto miedo.

Magneto: me angustiaba verlo envejecer en los cómics y cómo trataban de justificar todavía su presencia en la Segunda Guerra Mundial, primero como un hombre, después como un muchacho y finalmente como un niño. Eventualmente alguien tuvo la mejor de las ideas: el magnetismo retrasa el envejecimiento. Se las compré. Dejé de morderme las uñas.

Joe Camel: lo único que persiste de mi vicio fumador son todas sus cajetillas con motivos artísticos (extraño el humo, cómo lo extraño).

Pepsi-Man: cuántos años dejamos de consumir coca-cola sólo porque queríamos juntar todos los pepsilindros.

Dr. Smith: no imagino la alegría del actor cuando se descubrió un espía ruso, un pasajero traidor y peligroso; un hombre dispuesto a matar a la familia Robinson.

Arceus: no saben cuántas historias de entrenadores entusiastas se romperían si tan solo comprendieran que los pokemones legendarios deberían ser una completa rareza, que en realidad se trata de dioses; no tiene sentido poner a Arceus, el creador nacido del caos, oh primer huevo místico, a combatir con Pikachu. Pero Bulbasaur sí. Él y sus evoluciones vegetales son el verdadero dios.

Skeletor: el villano irredento reconoce que los libros son el mayor tesoro del mundo, ¿entonces todos los lectores son villanos despreciables?

Kásparov: mi madre trata de enseñarme cierres y aperturas de ajedrez. Tienes que estudiar jugadas, tienes que memorizarlas. Librito de Kásparov. Este güey te enseñará a jugar y mi madre se va, otra olimpiada, trabajo, cáncer. Una sucesión de tardes jugando ajedrez con la abuela. No sé si gano porque soy listo o porque ella está cansada de educar. No sé si gano porque Kásparov me ha enseñado algo que olvidaré con los años porque el juego no me interesa en lo más mínimo, pero la idea de los ejércitos, la abstracción de las piezas, ¿quién no se ha sentido fascinado? Mate del bufón.

Garg: esta es una de las criaturas más peligrosas. Su velocidad es letal. Puedes matarla de un tiro. Sus dientes y sus ojos han quedado grabados en mi retina y nada más de verla recientemente tuve un escalofrío. Quizás por eso me incomodaba tanto la caricatura de los monstruos que veía mi hermano. Más tarde asociaría a estas criatura con los Marlboro.

Marlboro: se llaman así por los cigarrillos. Criaturas formidables de muchos tentáculos y mal aliento. Mi primer encuentro con uno, recuerdo, fue frustrante. Mis héroes quedaron dormidos, envenenados, confundidos y disminuidos por el mal olor.

Miguelito: nos agarramos a madrazos porque le gané a su Guile con mi Blanka, ganó porque se acordó que era un pinche chamaco abusivo tres años más colmilludo que yo.

Diablo: antes que todas sus variantes místicas y perversas, para mí el diablo es el navegante con bandera de ingenuo que se llevó a cierto peloncito. El diablo tiene el cierre de todos los chistes.

Publicado originalmente en LJA.