Sueñas que caen todos los dientes: en esta versión de la realidad, antes de crear el mundo, dios soñó que se le caían todos los dientes. Como resultado de aquel sueño freudiano, o quizás victoriano, o quizás medieval, quién sabe exactamente cuando empezamos a preocuparnos por la caída de los dientes, el paraíso nunca terminó para Adán y Eva. Aunque el Diablo poseyó la existencia de una serpiente, repentinamente olvidó su papel como un espíritu de rebeldía y, despojado de todo lenguaje y toda malicia, se acopló a una vida ordinaria de reptar en las selvas y comer platanitos. También comía ratas y orangutanes pequeños, pero no lo hacía por malvado; era su naturaleza. Adán y Eva jamás envejecieron, pero tampoco tuvieron ambiciones o placeres como los nuestros. Hicieron papel de los árboles y tinta de los insectos, dibujaron todas las especies de animales y documentaron la historia de su amplio mundo. Descubrieron el argón y el radio, y construyeron bombas y máquinas para mirarse por dentro. Disciplinaron a las hormigas para crear ejércitos con los cuáles hacer guerra en distintas partes del mundo. Erigieron, ellos solos, pirámides que otros, en una versión alterna de la historia, solamente pudieron soñar.

Sueñas con la muerte del padre: en esta versión de la realidad, antes de crear el mundo, dios soñó con la muerte de su padre. Entonces no creó el mundo porque, confundido por la paradoja, inició un viaje para entender sus orígenes. Montado en una tortuga, se dispuso a viajar de un extremo del universo al otro, para contemplar las estrellas y los planetas. Se disponía en ellos encontrar el reflejo de su rostro, la respuesta única, pero no encontró nada más que patrones cósmicos de energía y teorías matemáticas. Dios no puede tener padre, dios lo es todo, dios es su propio padre, dios es su propio hijo, las múltiples personas de dios no son múltiples, pero una sola, la primigenia y original. Dios es el astronauta desolado, es el calce de la puerta, es el fracaso más grande. Dios es caos, dios es concepto, dios es el primer sueño del hombre y será el último. El dios de esta versión continúa navegando el cosmos en su tortuga, pues el tiempo de dios es divino, no tiene prisa para terminar su viaje. En algún instante del tiempo infinito, se aceptará a sí mismo como el único e indivisible y el mundo podrá existir.

Sueñas con piojos y liendres saltando en tu cabeza: en esta versión de la realidad, antes de crear el mundo, dios soñó con piojos y liendres que saltaban en su cabeza para morderlo, morderlo, morderlo. Entonces creó un mundo muy similar a como percibimos el nuestro porque, igual que ellos, somos la evolución de un dios neurótico, un dios hipocondríaco que no puede abandonar sus notificaciones y los celos que proyecta en los imaginarios ajenos. Aquel dios se pasa una mano por el cabello, los bichos caen al cosmos, vuelan por él y así la humanidad tiene ideas, y crea nuevas formas para manipularse a sí misma. Se procuran adicciones y distracciones para ignorar elementos del caos (que no son otra cosa más que dios en otro de sus sueños). “Esta tierra de los animales”, piensa dios y señala ese mundo tan semejante al nuestro, pústulas y ronchas en su cabeza celestial, se rasca y se rasca porque es imposible ignorar el ardor, “es muy distinta a la tierra de los hombres”. Esto último no es un gran enigma; después de todo, cuántos enigmas puede dilucidar un dios infectado por sus malos hábitos de higiene.

Sueñas con el último día de tu vida: en esta versión de la realidad, antes de crear el mundo, dios soñó con el último día de su vida y al despertar, después de escribir una breve carta de despedida, se sintió liberado.

Sueñas con un nido de víboras: en esta versión de la realidad, después de crear el mundo, dios soñó con un nido de víboras. Milenios después de la humanidad, el planeta restaurado de la contaminación y el saqueo de recursos, ocultaba en una de sus selvas a un pequeño nido de víboras iridiscentes y majestuosas. Dios las observó interesado y luego, sonriente, descubrió la labor amorosa del hijo que olvidó el lenguaje y la maldad para entregarse a una labor de amor. Pero el padre tiene qué intervenir, porque antes de ser dios es padre, y con su intervención de odio y de amor, de envidia y orgullo, colocará las cosas de tal modo para que las víboras evolucionen; tendrán piernas y tendrán lenguaje; podrán inventar acertijos y adicciones; construirán pirámides y luego ciudades para adorar a dioses que no existen; abrirán escuelas de filosofía para negar la existencia de la primera víbora a su conveniencia: Lucifer.

Publicado originalmente en LJA.