No más dioses
En la catedral de Puebla, un bromista, probablemente un supuesto maestro escultor versado en latín, colocó dos estatuas, dos sacerdotes, con la siguiente frase grabada en la base: “Ego quasi pecuniam”. Me gusta el dinero. La broma es encantadora por elaborada, pero creo que difícil de descubrir. Se me ocurrió que el propio denunciante es la mente maestra detrás de esta pequeña y complicada curiosidad. Pero la vida no es una película o un capítulo de los Simpsons. A raíz del suceso, en estos días me he inventado mi propio recuerdo: pasé por ahí, las vi y aunque me percaté de su falta de armonía (muy blancas, muy nuevas, muy distintas a los ángeles y arcángeles que protegen la Catedral), lo descarté como cualquiera descartaría un bicho que se mimetiza con los árboles. Sería fabuloso saber cuánto tiempo tienen las estatuas ahí, no tanto quién las colocó, las esculpió o las planeó. Otra suposición: se supone que los sacerdotes saben latín, ¿por qué ninguno se dio cuenta? ¿Alguno se habrá detenido a examinarlas? Quizás las estatuas se hicieron viejas, quizás creyentes y extranjeros dejaron unos pesos sobre ellas. En otro dislate de las redes sociales, algunos contactos compartieron una captura de pantalla de un titular que reza así: “La iglesia católica está a punto de quebrar, aguantamos hasta agosto”. Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe (Sada dixit). No he buscado la nota para corroborarlo, pero, de algún modo, es como la promesa de un paraíso: no más dioses, no más disyuntivas morales y espirituales que se acomoden a la tiranía en curso. Aunque otras tiranías en potencia todavía nos vigilan de reojo. Si Satanás desapareciera, hay miles de diablos, espíritus y dioses atrás de él, dispuestos a tomar su lugar. Esperamos sean más compasivos. El Papa pide una vez más a dios que libere al mundo del coronavirus (¡apropiación cultural!) y la única respuesta que recibe, es una curva que sigue haciéndose cada vez más grande, más ancha. La curva se alimenta, a ella no le gusta el dinero, pero le gusta el capital humano. Mentía sobre esa expectativa del paraíso, creo, sin duda alguna, que necesitamos un espíritu sano más que nunca. No dejemos de creer en lo que sea nos mantenga caminando.
Una gringa interpreta a una gringa con ascendencia coreana y se arrepiente
Quien está a cargo de Los Simpsons (será Disney porque la Fox era bien KKK), actualmente, ha prometido al mundo que solo gente de la raza prestará su voz a los personajes para que no vuelva a ocurrir esa maldita indignación que nos provocó Hank Azaria con Apu. Una actriz, de alguna serie de Netflix, no recuerdo cuál porque solo habré visto uno o dos capítulos, pidió disculpas por interpretar a una negra. Abandonó el papel. Alison Brie ha expresado que se arrepiente de interpretar el papel de Diana Nguyen en BoJack Horseman. Ella ha sido muy vocal al respecto, insiste que debió ser una coreana americana quien lo interpretara. Siente que se ha robado un papel, una herencia, un país completo porque así hay algunas personalidades: creen que pueden apropiarse de las cosas nomás con decirlo. Siente que se ha apropiado de toda una cultura, así como así, pero la cultura ahí está, persiste: los coreanos tienen sus mitos, sus demonios, sus sistemas, su lenguaje, sus emigrantes y no saben nada de Alison Brie. En Corea, cuando escuchan BoJack Horseman, escuchan a Diane Nguyen doblada por una coreana que nunca ha vivido en gringolandia. Acaban de explotar mil cabezas. Hay todo un problema de lógica con esta cadena de arrepentimientos y disculpas. Primero, no creo que haya suficientes hombres y mujeres de piel amarilla y cuatro dedos en pies y manos para interpretar a todos los personajes de Los Simpsons. Segundo, si estos actores se arrepienten de dar su voz, entonces tenemos que cambiar toda una tradición y oficio de doblaje en todo el mundo: después de ver Dark, anoche, me preocupé. Esperaba que en algún momento, todos los alemanes fueran doblados por alemanes, de ojos azules, con un perfecto español mexicano porque solo ellos podrían entender la sensibilidad de ser un alemán, en un pueblito extraño y pequeño, de viajes temporales y plantas nucleares. Todo el anime debe ser doblado por japoneses que hayan vivido en Latinoamérica, por lo menos, creo que podemos encontrar los suficientes si le rascamos y no se ponga esto en tela de duda: solo un japonés entiende la lógica de los robots pantagruélicos, las chicas mágicas, los pokemones y los viejos rabo verdes. ¿Dónde vamos a parar? ¿Las embarazadas solo pueden ser dobladas por embarazadas? ¿Los pájaros sólo pueden ser doblados por otros pájaros? ¿Por fin Disney nos va a descubrir su cámara secreta donde tienen guardado al ratón que habla y al pato que escupe? Los gringos y sus sistemas, debo confesarlo, es fascinante ver cómo colapsan. Cuánto nos faltará para rascar los nuestros.
Dicen que desapareció una colonia de escritores
El domingo mientras hacía streaming de Grand Theft Auto: Vice City, uno de los compas que suele visitarme me platicó que Microsoft ya despidió a toda su sección de noticias. Quienes escriben las notas, ahora, son una colonia de inteligencias artificiales. Me percaté del inicio de esta tecnología en el 2018, en ese entonces decían que era “escalofriante”, que ya no podía distinguirse de lo que escribe un humano y una máquina, que de usarse para escribir fake news, el acabose. Mientras hago el streaming de cómo escribo esta columna, posiblemente una inteligencia artificial me está estudiando para entender las pausas, los mecanismos, cómo lee una persona en voz alta lo mismo que escribe. No digo que me vayan a imitar, pero al menos, está recogiendo los datos y me está estudiando para algo. Los autos Tesla y algunas tecnologías de Google aprendieron a conducir gracias a los carritos de Grand Theft Auto. En dos o tres semanas, en unos años, no habrá actores de doblaje, pero inteligencias artificiales con la sensibilidad suficiente para interpretar rostros y el lenguaje que mejor se adapte para la situación. Y nos quedaremos sin Alison Brie y sin Hank Azaria. Los humanos restantes se especializarán en las bromas: gente que esculpe sacerdotes con una sonrisa, con la mano extendida, con los latinajos que supuestamente debieran hacernos reír, pero que hemos olvidado porque estamos muy ocupados en buscar la respuesta de dios en nuestro idioma, nuestro color de piel, nuestro inevitable e impuro contexto. Eso también podrá ser diseñado por una inteligencia artificial, y ya lo sabemos desde hace tiempo: el verdadero rostro de nuestro dios particular.