…y de aquella que durante el día perseguía a aquel hombre que perseguía la luna.
¿Será que se persiguen por amor? Algunos dicen que empezó desde tiempos de Cristo y fue el Judío Errante y una de tantas prostitutas perdonadas por Sus ojos. Otros dicen que la mitología es muy real y los dioses que sostienen el Sol y la Luna han decidido visitar la tierra. Pero son pocas personas las que conocen la historia completa y yo no soy una de ellas.
El abuelo Simón cuenta que la persecución podría ser eterna y si ella llegara a alcanzarlo, debería suceder algo tan increíble como la destrucción del mundo. Sería buena historia para algún periódico sensacionalista pero el abuelo Simón se rió y explicó que otros lo habían intentado y nadie se la había creído.
—Demasiado romántica —decía Simón y sonreía—. No hay sangre, no hay sensacionalismo y nadie, escúchalo bien muchacho, nadie cree que el amor es capaz de destruir el mundo o al menos, cambiar la rotación de los planetas. Además… ni se sabe siquiera si se persiguen por amor.
—¿Y por qué no cree que sea amor, abuelo Simón?
—Porque el amor, como todo… se acaba.
Era un viejo que hablaba entre locuras para decir verdades, por eso había aprendido a reírme cuando él se reía. Después de que uno lo entiende, puede apreciar la fina línea que separa su realidad de la realidad comunal que todos aprobamos y queremos. Eso y el sarcasmo. Mi abuelo no podía abandonar el sarcasmo.
—¿Para qué los vas a buscar? Si ellos han de pasar por aquí algún día. Primero él y después ella.
—¿Cómo sabes viejo?
—Porque los he visto con mis propios ojos muchacho… Si, yo también me osé a perseguirlos en su tiempo, cuando tenía más o menos tu edad. Pero abandoné mi búsqueda cuando mis respuestas no tuvieron resultado. Intenté adelantarme a ellos con un coche pero eso no sirve, aprendí a utilizar mis pies y estos han quedado destrozados, ¿tú crees que uso estos zapatos suaves por gusto? No, no. No sabes a lo que te metes y ellos no van a resolver ninguna duda rosa que tengas en ese cerebrito tuyo.
—¿Nunca respondieron?
—Nunca los alcancé. Mejor quédate y espéralos muchacho.
—¿Y cuándo se supone que pasan Simón?
—Aproximadamente en unos cincuenta años o más, quien sabe… quien sabe. Es más cómodo esperar y te cansas menos.
Mi abuelo se alejó con una carcajada y le siguió el humo que salía de su pipa.
Al día siguiente me despedí de mi familia y entendieron los motivos de mi partida… parecían conocer tan bien la historia como mi abuelo Simón.
—Te voy a edtañar mutdo hedmanito —dijo la pequeña Silvia y le prometí escribirle una carta semanalmente. Ella me prometió que aprendería a leer lo más pronto posible. Mi madre me dio la bendición y mi padre me aprobaba, decía que eso me haría un hombre de mundo y con sentido de lo práctico, que completaría mi educación visitando tantos lugares.
Hicieron una comida en mi honor donde asistieron amigos de la familia y míos, por supuesto. Inicié mi viaje temprano, terminando la fiesta y a mi abuelo Simón, no lo volvería a ver nunca más, después de esa sonora carcajada.
¿Cómo me atrevo a decir que lo que escribe no pueda ser real, si creo en el amor eterno?
Me reí mucho cuando me di cuenta de ésta aseveración y me sorprendió mi risa, que era ya tan parecida a la de mi abuelo.
Aunque pensándolo bien, mi viaje apenas comienza y bien pudiera ser que me la encontrara algún día… como dicen los Rolling Stones en su canción: “Time is on my side…
…Oh yes! It is!”.
Pregunté a varias personas acerca de Lázaro y Selene, algunos se sabían la historia… la mismo que yo sabía. Entonces se me ocurrió preguntar por la adivina ciega. Sólo una persona me supo dar razón y se alejó, mirándome como la lepra. Después de eso, decidí ya no preguntar por la adivina. Al menos ya no en éste pueblo.
Un hombre me invitó un cafecito blanco en una fonda, yo acepté con agrado y me platicó una historia junto con un amigo, de un temblor que hubo y la visita que hizo el gobierno con hombres que investigan la tierra, de como la fiesta se salió de control. Me asombré durante toda la plática, tanto que esa noche, cuando encontré un lugar donde quedarme (acostado en la plaza del pueblo, ayudado por luces de luna y luces eléctricas), empecé a escribir en las páginas blancas que había dejado mi abuelo y después, arranqué una para hacerle una carta a mi querida Silvia.
No sólo habría de perseguir una respuesta, me di cuenta, también estaría redactando eventos como este y lo mejor de todo, es que no contaría el tiempo, todavía no. Hay mucho.
Nadie me ha dado razones de Lázaro y mucho menos de Selene. No sé ni como son, una vez a mi abuelo en uno de sus relatos de la historia se le salió: ”¡Y los reconocerás cuando los mires muchacho! Son tan ligeros como el viento… no, mucho más, casi son el viento. ¿Me entiendes? ¿De veras me entiendes?”
Espero que la ciudad ofrezca nueva perspectiva y una que otra pista. He dormido menos porque haciendo cálculos así caminaría más que ellos. Lázaro solo debe caminar en las noches y Selene en las mañanas. Es más, ¿qué hará Lázaro cuando llega la luz del día? Y peor aún, ¿qué hará cuando no hay luna? Y Selene… ¿Selene cómo se las arregla para no alcanzarlo?
Suponiendo que Lázaro se queda estático cuando hay ausencia de luna, entonces Selene ya debió haberlo alcanzado alguna vez.
Preguntas como está me hacen pensar si mi abuelo no habría estado jugando con mi mente demasiado imaginativa. Mi familia se cree la historia como si fuera verdad y los que hablaban de ella en los pueblos también… pero esa es cuestión de mucha credibilidad. Supersticiones. Tal vez estoy persiguiendo una superstición, una ficción.
Supongo que como todos, quiero creer y quiero tener fe.
Y después, me empezaba yo también a reír de mi propia historia y hacerme el gracioso, así me hice de buen dinero. Utilizaba las historias del diario de mi abuelo, también las historias que me recogí de los pueblos que visité y aprendí a conocer a la gente que necesitaba relajarse de la ficción que proporcionaba la televisión. Hacía los relatos vívidos y con descripciones detalladas y estas me proporcionaban favores o dinero. Me hice un buen charlatán y aprendí a entender esa línea que separaba a mi abuelo de otras realidades tan fácilmente.
Muy en el fondo, no quería aceptar su visión tan pesimista del mundo, pero vaya que servía y servía de mucho… y eso me enseñó también, que el cielo de las ciudades es distinto, porque en las ciudades ya no hay cielo.
Ya no lo sé, han pasado años desde que dejé mi terruño, ya cuando me levanto y me miro en el espejo, encuentro canas y arrugas nuevas. Puedo decir que conozco muchos países y la gente sigue siendo la misma: humana. Hay distinciones deliciosas y en otros, grotescas. Distinciones que pretenden identificarlas como únicos pero básicamente por dentro seguimos siendo los mismos: Sangre y huesos.
Es obvio que durante mi viaje me he enterado de Lázaro y Selene, pero cuando escucho las historias, encuentro algo terrible en ellas. Mis propias palabras. Mis propias palabras retorcidas, agregadas, corregidas y aumentadas. Al principio me espantaba que fuera yo el que creara el fenómeno y me causó un shock cuando preguntaba historias que ya conocía, algunas personas me las relataban como yo solía hacerlo a los principios lejanos de éste juego. Había convertido de mi realidad, la ficción de otros. Lo que inició como curiosidad se perdió en algún momento del camino.
Ahora todo mundo sabía quien era Lázaro y Selene, menos yo. Decidí regresar a casa, mi hermana ya estaba casada y sólo sobrevivía mi padre, el cual todavía platicaba orgullos de mí. Un padre viejo ya, que no le quedaba mucho tiempo de vida.
Me da gusto que no pueda enterarse de lo decepcionado que está su hijo.
Con un dedo dibujó una línea horizontal en su cuello.
Y caminó alejándose, tirando un cigarrillo y aplastándolo con sus tenis.
¿Tres días? ¿Tres meses? ¿Tres años? ¿Tres decenios? ¿Qué?
Tres. Como la trinidad.
Así evitaría que mi sobrino se hiciera esa estúpida pregunta que ha desgastado mi vida. Esa estúpida pregunta tan insensata como pensar en el amor eterno.
Lo que hace preguntarme, ¿mi abuelo creía que era por amor y me hizo seguir todo el juego para yo lo encontrara? No a Lázaro y Selene, sino su razón de existir. Su juego le salió mal, porque no creo en el amor, pero me encantan las ficciones que se hacen realidad… y más vale que éste pequeño no se las crea y se quede a morir de viejo en éste pueblo. Lo mataré de dulzura, miel y cursilería. Con eso debería morir yo, haría mi vida más rosa los últimos segundos.
Y apareció una mujer de vestido blanco, corriendo por el mismo camino que aquel hombre de la luna. Salí a tropezones de la casa, procurando ignorar la molestia de la vejez y mi vista que se estaba nublando. Se me regresó el viejo idealismo de la juventud en un minuto, pero no la agilidad y el cuerpo. Corrí tras ella pero ella era mucho más rápida. Le grité con lo que me quedaba de voz.
—¿Por qué lo persigues, Selene?
Le grité a aquella muchachita y se volteó a mirarme, ¿era confusión o angustia?, mi vista se nubló más y mi corazón empezó a fallarme, me tiré a la tierra para descansar y alcé la mirada para verla una vez más.
Una mujer de vestido blanco que sostenía un bebé en brazos, escupiendo sangre… y morí tranquilo.