Después de la noche de juerga, nos quedará la madrugada para platicarnos, para leernos, para repasar nuestra lista, añadirle mil pendientes y recordarnos de olvidar los puntos que ya fueron cubiertos. Me harás una lista de los demonios que me faltan por conocer, mientras yo acaricio sin intenciones tu rostro, tus manos, la punta de tus dedos.
Las palabras las dirán los ojos, las oraciones las escribirán las manos y bien, si nos creemos escritores, hasta podríamos hacer una novela en la madrugada. Página tras página de miradas, de caricias, de un solo cuerpo que aunque yo no tenía intenciones, solito se juntó al tuyo, te lo juro. Te reprocharía lo cursi que me has vuelto y tú me reprocharías que no dejo de hablarte cuando caminas sola en la calle. Esos dulces reproches, no me harán solo estar contigo todas las noches de mi vida, también mis madrugadas.
Al caer la tarde, tendremos que buscar algo de comer. Tal vez nos hartemos el uno del otro y cada quien busque algo por su lado. Aunque bien sabes, que todas mis búsquedas me llevan a ti. Serás el pan que necesite, como el que partió cierto Jesús hará algunos años. Serás el agua que se transformó en vino, donde también contribuyó un tal Chucho. Y viviré alimentándome y embriagándome de ti, todos los días.
Así, haremos nuestro escape de la rutina, nuestra rutina. Inventar constantemente nuevas cosas para sorprenderte, buscarte a cada momento, en todas tus facetas. Y también, así conocerás las mías. No tendremos nombre, porque habremos de escribirnos uno con cada cosa que hagamos. Tú me darás mil, yo te daré millones, tú me darás billones y ¡diablos!, todavía soy demasiado joven, pero intentaré jugar con el infinito.
Nos iremos de juerga en la noche. Y prepárate mi amor, que no planeo dejarte dormir hasta el amanecer del siguiente día.