Ya me restan unas cuántas páginas de los Hermanos Karamazov… No las he contado, porque tenía una tía respetuosa y amante de los libros, que me decía que “no le agradaba la gente que contaba el número de páginas o que le decía en qué página iba y cuántas le faltaban para terminar”. Eso me lo dijo de muy niño, cuando leía los primeros libros que marcarían mi identidad de manera definitiva. Desde entonces, tomo eso de ver el número de páginas como una superstición/maldición o, a veces, lo hago como un acceso de rebeldía contra aquella figura de autoridad.

Comprendí lo que dijo Kundera, en algún escrito por ahí. Algo así como: “No me agrada Dostoievski, porque eleva el valor del sentimiento a verdad”. (Esto no pretende ser un ensayo serio, así que no buscaré la referencia indicada. Sin embargo, si se dan un paseo por la biblioteca de publicaciones de la UNAM, es seguro que lo encuentren (esto es en Internet, por supuesto)). Encontré la llamada “Novela Psicológica” que es mencionada por muchos de sus introductores. Y el valor del crimen y el castigo, es más que obvio e incluso, ya redundante mencionarlo.

Y dejando la mamonería, me encantó tanto el libro que no quiero que termine. El juicio del final, es tan cabrón, tan interesante y parece, (NoOOoOoOooOoOo) que la resolución del mismo será el final de la novela. De alguna manera, sigo buscando la manera de extenderla y es que en mucho tiempo no me había permitido degustar un libro de una manera tan lenta como esta. Pero tengo que terminarlo, de esa manera habré de asimilarlo.

So, regresemos al mundo de Karamazov. Veamos que sucede con Demetrio, y con Alejo… que Juán y Smerdiakov, ya recibieron su castigo.