–Es el aniversario del nacimiento de Van Gogh.

Le miro de reojo y le ignoro. Un cacto, Bob, no debería hablar por si mismo. Está bien, está bien, en el pasado me la pasé escribiendo posts (anotaciones, para los puristas) donde pretendía que él hablaba… pero sólo era pretender, ¿me entienden? Como jugar.

–¿Cuánto tiempo me vas a ignorar? Yo creí que te caía bien… escribiendo por todas partes “Bob esto”, “Bob aquello”.

Y pues jugar está bien, es saludable, es como practicar otro tipo de ficción dentro de el diario de un aspirante a escritor. Le estaba dando otro tono a mi blog, era como marcar una nueva etapa, ¿saben? El cacto estaba bien, pero cuando habla por si mismo, ya no esta TAN BIEN. ¿Y si habla, qué otras cosas podrá hacer?

–Puedo leer mentes.

… en blanco, en blanco, en blanco, ten la mente en blanco.

–Puedo controlar seres humanos con sólo proponérmelo.

… no … por favor, no quiero ir a la cocina por otro café, no quiero, no me obligues, nooOOoOoOoOoOoo…

–Ya va, ya va, deja de estar de mamón. Ve por tu café y regresas.

–Lo que usted diga, Master Bob.

Dos minutos después.

–¿Y bien?

–Me llamo Bob.

–Lo sé, lo sé… yo te puse el nombre.

–Me llamaron así por un personaje de un cuento que escribió J.C.O.

–Claro. ¿Gustas un cigarrito?

–No fumo, gracias.

–¿Me puedes decir quienes te llamaron Bob, ya qué… de alguna manera te niegas a aceptar que yo fui quien te nombró?

–Me llamaron así las divinales estrellas.

–Verga.

–El espíritu poético que siempre está fluyendo así como fluye la energía de la vida y le otorga el brillo, la oscuridad, la vida y la muerte a todas las cosas. Tú no podrías ser eso, no eres poeta, ni siquiera a escritor te acercas.

–Verga triple.

–Sin embargo, yo te puedo ayudar, sobre todo a qué pierdas el uso de palabras tan comunes, tan vulgares. Empecemos por quitarte “Verga” del vocabulario.

–No gracias, me gusta mi verga tal cual.

–Típico de los machos humanos.

–A ver, a ver. Aquí tenemos un problema.

–Hábleme de usted, no sea tan igualado.

… hijo de puta.

–Muy bien, señor Bob, explíqueme una cosa. ¿Cómo es que usted puede hablar el español tan bien?

–El fluido vital me provee de conocimientos que tú nunca podrás comprender, ya que tu estado de “ser humano” te impide ver las cosas claramente. Yo vivo un continuo ilapso, a diferencia de ti, que lo vives por instantes, que crees que puedes manejarlo conscientemente, a voluntad. Pero eso es imposible, eso es imposible para alguien de tu edad, de tu nivel de conocimientos. Tendrás el potencial, pero aún no tienes lo que hace falta muchachito.

–De haber sabido que eras un cacto tan molesto…

–Me hubieras comprado de cualquier manera. Siempre has necesitado una contraparte que pueda llenar los vacíos que tú generas con el silencio, con los escritos crípticos y con la reflexión. Ahora, yo lleno ese vacío durante el tiempo que yo viva. Has hecho una buena elección en comprarme.

Podría jurar que el cacto tenía cara de esnob cuando dijo eso.

–Comprendo.

–Es un método que siempre has tenido en tu infancia… medir todos los puntos de vista posibles y confrontarlos en tu mente, hasta encontrar el que más te agrada. Adquieres roles, discutes contigo mismo, rompes esquemas y recuperas antiguos, y todo eso lo haces en unos cuantos segundos. Sería una habilidad sorprendente, por supuesto, si sirviera de algo.

–Lo sé, todavía sigo siendo un pobretón y la verdad, no sé quien se ha hecho rico haciendo eso.

El cacto se quedó callado. Lo miré un rato.

–Oye Bob…

–Dime.

–Me sentiré muy solo el día que no estés.