Lotería Electrónica en los Cajeros HSBC, el futuro… Hoy, fui a checar mi fabuloso saldo: 400 pesotes. Saqué 200 para la semana, de los cuales, 60 ya se fueron en lavandería. Grandioso. Eso estaba yo pensando, mientras apretaba el NIP y una lagrimita me recorría en la mejilla. A veces, pienso que soy un digno personaje de Rumiko Takahashi. Soy el personaje principal de Maison Ikkoku. Y como buen pobretón, alcé la mirada y encontré un póster que decía–: DINERO GRÁTIS, con la lotería de HSBC usted puede ganar hasta un millón de pesos al instante. Ah chingá (argentino). Aprovechando (con temor) que todavía mi tarjeta le pertenecía al monstruo tecnocrático ATM, miré el menucito, lo recorrí y llegué a la fabulosa sección de Sorteos.
–Uno, nada más –me dije.
Procesando su boleto. Usted es el fabuloso ganador de un reintegro.
–Orale… a ver, otra vez.
Procesando su boleto. Cincuenta varos, menos impuestos, usted ha ganado cuarenta y seis pesotes.
–Muy bien, puedo aprovechar para comprar otros dos, digo… vamos primero con uno.
Procesando boleto. Usted ha ganado otro reintegro.
Y me salí de ahí, antes de meterme en pedos. De repente, mi mente obsesivo-compulsiva ya estaba haciendo planes de jugar una vez a la semana. Ya estaba yo pensando que haría con ese millón de pesos… a ver, cien mil varos para mi jefa, cien mil varos para mis tíos (y así pagar una deuda de vida que tengo con ellos), una buena parte para que Duveth la cuide ya que ella es muy buena administrando el dinero… Si, ya me imaginaba yo como el nuevo millonario de México. Todo eso, mientras caminaba al Superama para comprar tres cositas: Leche (galón), jugo (galón) y un jabón. Entre esos tres fueron 60 varos. Me quedan como 150 pesos de saldo. Divino.
Pensaba en esa leyenda urbana… Se dice que algunos de los que tienen una tiendita afuera de las escuelas o uno que otro limosnero, poseen una cantidad enorme de dinero y eso lo hacen como hobby. ¿Será? Taxistas, compañeros de viaje, gente al azar me lo ha contado: No tienen una necesidad, pero están pidiendo el dinero y ya tienen bien preparado el disfraz para hacerlo. Cheques me lo contó una vez, de una limosnera que pide en la zona de Miguel Ángel de Quevedo y Coyoacán. Yo no lo creía carnal, me decía, pero después me enseñó un cuate donde vive y pinche casota de tres pisos, pinches dos carrotes del año, los niños en escuela de paga, y ahí estaba la doña bien vestida, bañada y arregladita, parecía otra. Puede ser una posibilidad o una leyenda urbana, así como dije allá arriba.
Cuando llegué a casa, Bob (el cacto) se me quedó mirando y sin ningún motivo, empezó a cantar:
Cuando buceaba por el fondo del óceano
Me enamoré de una bellísima sirena
Fuera del mar sin vacilar pedí su mano
Y nos casamos en las playas de Caleta
…
Hay pedo… hay mucho pedo, cuando un cacto canta por si mismo y uno no se lo esta imaginando.
Descansa en paz Rigo.