It’s Only When I Lose Myself in someone else
Then I find myself
I find myself
It’s Only When I Lose Myself in someone else
Then I find myself
I find myself
Something beautiful is happening inside for me
Something sensual, it’s full of fire and mystery
I feel hypnotized, I feel paralized
I have found heaven
There’s a thousand reasons

Depeche Mode, “Only When I Lose Myself”.

arbolsep-pix

Bob, el cacto, descansa en mi hombro derecho cual vil loro. Desde que nos mudamos se ha dormido y no ha querido abrir los ojos –soñando con mi pasado Tsef Thaed, mi destino manifesto Tsef Thaed, mi misma vida Tsef Thaed –eso me dijo Bob y me sonrió burlonamente. Cerró sus ojos pispiretos, esos que tiene encerrados, hundidos, casi perdidos entre un bonche de espinas y se ha quedado dormido. Espero que despierte… mañana o en una semana, incluso meses, mientras tanto que duerma… que se pierda en sí mismo, mucho hemos tenido con empacadas y mudanzas de una hora, con el cambio tan cabrón de ambiente, de necesidades y de la vida… entiendo, perfectamente, que el escape del cacto [Bob (que me acompaña a todas partes hasta que decida irse)] sea dormir.

De cualquier manera, lo llevo en el hombro para que le de el aire. Necesito comprarle una maceta porque esta creciendo rapidamente… desde que se tragó quien sabe cuántos niños, gatos y uno que otro perro (difícil digestión) ha crecido más rápido y la pecera bonita pronto habrá cumplido su cometido: ya le subió el ego durante su infancia en cada paseo hacia el espejo.

Salí a fumar, prendí un cigarrillo y escuché la fiesta que había dos o tres departamentos arriba de este. Salsa, cumbia, carcajadotas, caguamas de cerveza quebrándose. Asentí lentamente, Bob me roncaba en la oreja izquieda y en la siniestra sostenía mi cigarro. Mi diestra me ayudaba a colgarme de la reja y más allá de cualquier diestra y cualquier reja, un lobo rojo, seguramente encadenado con oro forjado por enanos, se tragaba un pedazo de carne todavía desparramando sangre. Miré al lobo y él, sencillamente, me despreció como si fuese algo insignificante, una pequeña cosa que forma parte del ambiente. En algún momento miró hacia arriba, cuando una mujer se rompió en risas y sonrió de una manera sucia, ruín y regresó a su pedazo de carne con nuevos ánimos.

–¿Qué eres tú? –le pregunté al lobo–. ¿De dónde saliste que estas tan pinche feo, cabrón?

El lobo se detuvo, me miró y me enseñó los dientes enrojecidos de carmesí tan diferente del pelaje bermellón.

–Comida –me respondió, con una expresión casi humana, una de fastidio e irritación, me señaló el pedazo de carne y me traspasó los ojos hasta que decidí bajarlos.

Me encogí de hombros, con cuidado de no tirar a Bob y miré el enrejado. Esta historia del verde vivo y el ánimal construído se me hacía tan familiar y una vecina, volvió a estallar en carcajadas al son de “Cómo te voy a olvidar”.