“Estás linda”…

“Eres hermosa”…

“¡Qué bonita eres!”…

Decirle eso a una mujer mexicana es precioso, si es tu novia, o tu mamá, o tu sobrina, o tu prima, o la amiga de siempre. Pero si es un interés amoroso al que apenas estas abordando, pienso que no sirven para subirle dos o tres rayitas a la probabilidad de una relación. O peor aún, suben las rayitas de “serás mi amiguito al que le cuente como me coge otro cabrón”. Decirle a una mujer lo linda, hermosa, bonita que es, con esas palabras, provocan ternura y mal balbuceadas, sólo denotan debilidad o timidez. Que eso no es malo, digo, algunas mujeres adoran al tipo de los hombros caídos, de la cabeza baja, de la mirada renuente, pero si de veras quieres que te pelen y si de veras quieres saber cuantas probabilidades tienes antes de meterte en el juego de seducción, debes ser más directo. Pegar el madrazo sin dolor… pero no físico, ¿eh? Porque entonces se arrejunta la sociedad de mujeres feministas del mundo, y seguro no quieres que Angélica Aragón y Carmen Aristegui te golpeen tan duro como el photoshop y maquillaje que les hicieron para sus anuncios contra la violencia a la mujer. Esos de “El que le pega a una, nos pega a todas”.

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No es cool pegarle a las mujeres.

Si quieres saber rápido que onda con tu probable juego amoroso, si eres un idiota para seducir a través de pláticas y detalles, entonces dile: “Qué buenísima estas” y abre bien los ojos, porque seguro te ignora, te cachetea o se burlará de tu impulso tan naco, pero mírala bien y si eres buen observador, sabrás si después de vomitarle honestidad en la cara aún tienes una oportunidad. Con buena suerte, ese detalle tan vulgar y tan sencillo te catalogará como un prospecto. Nada más no abuses del recurso y no lo vuelvas a utilizar a menos que ya estés en su cama.

Y si se da la rara ocasión en que ella sonría y le brillen los ojitos con ese comentario… prepárate, que empezarás a caer y tendrás la oportunidad de jugar a la seducción de manera más rápida, cortando los detallitos sociales que vienen antes de que el juego sea entre dos nomás. Complicidad. A eso me refiero. Y la complicidad es una de las cosas más bonitas que poseé el amor.

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Mañana es “El Día de los Enamorados”. San Valentín. Y también se festeja el aniversario de la fundación de Guadalajara. Pero bueno, hablábamos de “El Día del Amor y la Amistad”. Un taxista ahorita me venía comentando, precisamente, que él pensaba que era un mito lo de los hoteles llenos y un cliente lo sacó de su error dos años atrás, cuando viajaron por todo Tlalpan para buscar un mísero hotel donde el viajante pudiera descansar. Yo sólo sé que no voy a celebrar San Valentín hasta el fin de semana, y eso no es seguro, puede que sea hasta el siguiente.

Rompiendo mi costumbre de no comprar regalos, le robé unos cuantos varos a mis tíos y esta vez fui a una florería. Compré una maceta con tres tulipanes que aún no brotan. No tengo idea de como cuidarlos, pero sé que es su flor preferida. Tres personas me dijeron que mejor los hubiera comprado estando allá, pero no… deseo cuidar los tulipanes y deseo que florezcan, deseo llevar el regalo y entregárselo en cuanto la vea. Es muy probable que se quiebren, que se rompan, que no sepa acomodarlos en una bolsa o en la mochila, que se llene un poco de tierra en la ropa, que si los documento en el Estrella Roja estos se caigan, se metan un susto y se mueran.

Pero también, estoy seguro de que le encantará mirarlos. No soy un hombre de detalles. Siempre se me olvidan. Y aunque acabo de romper la sorpresa escribiéndolo aquí… esto forma parte del enamoramiento, de la seducción o de la ternura que deseo provocarle. De que me quiera y que me deseé.

Y estas cursilerías, sólo se hacen con la novia. Nunca con un prospecto amoroso.