Fade out como un orgasmo, la vida debería terminarse en orgasmos (ay no mames, ¿si?). Una muerte chiquita. La vida se compone de esas explosiones breves, de calidades variables, cuando logramos o fallamos algún objetivo. Al final, cuando recordemos esa película de lo que fuimos, un Onán espiritual, habría que explotarlos todos de nuevo en el último recuerdo. Un orgasmo acumulado e insoportable que habrá de decidir cuanto valimos. Una serie de orgasmos mediocres no darán mucho, no hará que nuestra vida se quiebre bien, que nuestras celulas se consuman, no les dará el impulso a los espermas para hacer de otras personas un suelo fértil para nuestras experiencias. Pero si no hay arrepentimientos, si nos venimos como debe ser, con todas las ganas y el cuerpo se duerme después de convulsionarse violentamente y, fijate nomás, explotar por completo (ay no mames, ¿si?)… creo que habrá valido la pena.
Vivir el presente, ¿ah? Acumular orgasmos día a día.
Además de ir a la escuela, a pedir mi examen, (y aquí cruzo los dedos para que me lo hagan)… tengo que juntar unos cuantos papeluchos para meter una beca. Originalmente quería la beca de fundación para las letras mexicanas, pero resulta que es horario completo (como de oficinita) y si la meto, la saco y que por la escuela no puedo presentarme, ni modo de decirles: que dijo mi mamá que siempre no. Ahhh, decisiones… decisiones… esos orgasmos inciertos.
No necesito las becas, pero me gustaría sacarlas, cualquiera de las dos. Y en un año, si termino bien en un año los siguientes dos semestres, tendré más tiempo, podré trabajar en algo. Sólo debo enfocarme a la tarea presente… y disfrutarlo.
Dejar de pensar Oliveira.