…córtatela, en vez de estar haciendo cochinadas. Eso nos dijo el cura y eso hice ayer, cuando me robé el cenicero de Rubén. Bueno, parte de la herida. Después seguí expiando mis culpas marcando un poco más la línea, cuando recordé que con esta mano puse veneno al perro del vecino y su bebé se la comió por error. Pero es que los bebés se meten todo a la boca, no fue mi culpa, fue culpa de la mano que me sobra. Me hice otro rajoncito, cuando recordé que le puse la mano encima a mi esposa… y a su hermana. Y no termina, en un cuaderno tengo anotadas otras veintiún faltas, de las que me he ido acordando e igual y mi mano no es suficiente, también tendré que rajarme los huevos y el pito… lo que me recuerda a mi esposa, tengo que coserle la boca y la vagina. Cuando termine conmigo también a ella le cortaré la mano… a veces se pone muy ganosa y no deja de hacer cochinadas con ella.

 

Foto de Irwin Oliker.

Este cuento forma parte de los fotocuentos que escribí en este blog.

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