No sería con ese jabonsote, porque… no sé, ¡no! No me parece correcto, porque ese se usa para la ropa, ¿no? Si, ¿no? Bueno, que mi abuela era bastante bruta. Para economizar de repente compraba un jabón de ese vuelo y nos miraba duramente, en silencio, con el cinturón en mano, nos lo señalaba y decía–. A ver, ese es el único jabón que queda, no tenemos dinero, así que ni modo.

Recuerdo el olor y la textura de mi pelo después de lavarlo con uno de esos y me alegro de ser hombre, porque una mujer se hubiera vuelto loca con el cabello quebrándose al mínimo contacto del viento. Y es que el olor, no sólo por la ropa digo, sino que el cuerpo te huela a jabón barato obliga a que alguien, algún compañerito de la escuela, haga un comentario acerca de tu bienestar económico y se ría entre dientes. Uno se acostumbra finalmente, cuando estas pobre, estas pobre y no hay bronca, no lo vas a andar discutiendo. Al menos yo no me peleo por ello.

Igual, en un par de años, empiezan varias guerritas bacteorológicas por el petróleo y ¿tú crees que un jabon, por más grandote que sea, te va a rescatar? ¿A los pinches gringos les va a importar el olor a jabón barato, cuándo estén más abiertamente agresivos porque les falta energía? Pero, ¿qué? ¿qué hago frente a los jabones? Si, estaba evadiéndome, porque llevo rato siguiendo tus bonitas piernas blancas, tu vestido veraniego, tu cabello largo y negro, el olor a perfume de a de veras y el carrito del super casi vacío. Ya nos hemos visto antes, creo, o nos hemos cruzado en este pasillo, tal vez en el de cereales también, pero siempre que nos encontramos en este lugar en especial, donde los jabones me miran como niños extraviados, me pregunto, con tus delicadas y bonitas manos, ¿por qué siempre compras uno de estos jabones? Sin falla, lo tomas y lo depositas en el carrito. ¿Lavarás con ello tus vestidos o tus calzones? ¿Es para la ropa que no se pone en la lavadora? Me provoca tanta curiosidad como la que me da lo que hay debajo de esa falda. Te juro que un día de estos quiero llegar, levantarla, darte un **arrimón** de esos terriblemente nacos para que me des una cachetada, y ya que nos calmemos, con señor policía enfrente, te preguntaré para que es el jaboncito. No había incluido en mi lista de diversas cosas que tal vez compres el jabón porque lo usas en defensa propia, no debo ser el único que quiera jugar al arrimón contigo, con un ladrillo como esos seguro puedes tirarme uno o dos dientes… güerita preciosa.

Tal vez los compras para que tu chacha lave tu ropa, porque tienes esa piel muy cuidadita y tus ojitos verdes todavía brillan… ay, mi chaparrita chula ojiverde. Si tuviera que enjabonarte con uno de esos, lo haría despacio, todos los días, hasta acabarme la barra mi amor.

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Foto de Martha Silva. Flickr / Twitter.

Este cuento forma parte de los fotocuentos que escribí en este blog.

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