Llevo un par de horas seleccionando a mi nueva modelito y ya me dio pereza. Creo que me quedo con la de la foto, tiene diecinueve y lo poco que platicamos por teléfono, todavía esta verde, no esta mal.

Tenía un amigo que cuando miraba a una mujer en la lagarquija o la vitrola, una gorda bastante fea, me decía–. ¿Quíhubole Ernesto? ¿Ya sin chela y sin cigarros? –Le sonreía entonces, seguía tomando mi cerveza y le respondía–. No, no me gustan ni las feas, ni las gordas, y mucho menos las simpáticas. Se había convertido en nuestra broma local, porque la primera vez le dije que si, tenía rato sin tener a nadie y como él había sugerido: ya no tenía para comprarme otra cerveza, y los cigarros se me habían acabado dos minutos antes. Todavía puedo recordar como mis manos fueron tragadas por unas lonjas, las cuales me acariciaron como pechos suaves y descubrí, gracias a interminables escalofríos, terminales nerviosas que no sabía que poseía. Todavía puedo recordar los dientes chuecos y aquella piel morena y manchada por su excesiva nutrición. No eyaculé ese día, me miré al espejo y me dije–. No, no lo volveré a hacer, si me quiero, no volveré a acostarme con una gorda o una fea. Eso pasó hace dieciseis años, cuando salí de la UIC graduado en comunicaciones. Aún salgo a tomar con el Cheques y aún aplicamos la broma local. De alguna manera, ese evento y nuestra pinche bromita, reafirmó mi personalidad… terminó por definir mi profesión y mis gustos.

Ni gordas, ni feas, ni ambas.

En la UIC me hice de buenos amigos, gente que ahora son directores, los chavos innovadores del cine mexicano, a quienes olvidarán en unos veinte o treinta años. El cine mexicano que ya no existe, cuya gloria murió con Pedro Infante, Cantinflas, Tin Tan, Abel Salazar y Jorge Negrete. Si le preguntara a mi nueva modelito de Gilberto Martínez Solares, me vería sonriendo y preguntaría si es atleta parapléjico. Tal vez sepa de Buñuel, pero eso es porque todos los jóvenes aprenden de Buñuel para hacerse los interesantes. Los jóvenes estan hambrientos por el conocimiento que impacta, no por el conocimiento que implica trabajo o grandes trayectorias. Estan hambrientos de íconos, estan hambrientos por consumirlos en menos de quince minutos. Y a eso me dedico: abrí mi agencia de modelos, *teenagers* específicamente. Me dedico a venderlas desde los catorce años a cuanta revista, comercial y jóvenes pasarelas les necesiten. Tan traumadito quedé, que ahora me dedico a explotar y explorar la belleza. Me dedico a “enseñar”, como si fuera un profesor, las cosas que se pierden estas escuinclas. Bueno, no todas, hasta eso soy respetuoso… dependo de cuánto me dura la nena en turno, cuánto dura su hambre por fama, por dinero, por conocimientos, por lo que sea. Para mi deseo, no las elijo de menos de dieciocho, no soy pendejo… si un padre me demanda mi negocio se hace mierda. Vivo bastante bien de esto.

Aunque a veces llegan las mamás y las mismas escuinclas, con las minifaldas y el maquillaje y presumiendo el escote. A veces la mamá me pregunta si cree que puedo meterla en una telenovela, o en un programa de televisión, y ándale nena, muévete para el señor, esta un poco pasadita de peso pero la nena es muy trabajadora y disciplinada, si la quiere menos bustona o caderona, la ponemos a trabajar. Si mamá, y me sopla uno o dos besitos. ¿Y no le interrumpo señor?, me preguntan las mamás, a la mejor quiere hacerle preguntas a mi nena a solas, ¿no te molestaría quedarte con el señor Ernesto? No mamá. Mejor no señora, me rescato a mí mismo, su hija esta guapísima y ya verá, algo saldrá con ella de inmediato, déjeme sus fotos y sus datos, anótelos claramente, y en cuanto salga algo si me comunicarán de inmediatamente con usted. Si señor, gracias señor.

El medio es un lugar complicado, todos saben de mi gusto por elegir a alguna de mis nuevas modelitos y exhibirla. El jueguito empieza en elegirla, me gustan como la chica de la foto, de piel blanca y cabello oscuro, labios gruesos. Creo que mañana mismo le hablaré… en fin. Todo empieza con eso, con elegirla. Luego les consigo trabajo en fotos, trabajos que paguen bien, como mil pesos la foto y así les meto el gusto por el dinero. Si es para mí, voy personalmente a cuidarla, le enseño algunos trucos, le platico algunas cosas del trabajo y de las cositas que no saben. A los diecinueve continúan siendo niñas, siempre caen. Les explico sus mejores ángulos, sin reservas hablo de lo bueno que tienen. No les invento cuentos, voy directo al grano. A su edad, es importante descubrir los detalles, enseñarles lo que no creían tener, y cuando uno se los dice, empiezan a enamorarse. Hay que ser honestos… de preferencia, si uno es bueno, porque si uno les inventa rasgos que no existen, alguien les enseñará que no algún día. En fin, al final le pido a un cuatísimo mío, director de comerciales y también, de repente de cine, que me abra un casting fantasma para esta mujer en especial. Una mentirita blanca. Carlos me ayuda aumentándole el ego y la vanidad a la muchacha. Claro, por sus múltiples favores, de vez en cuando me hago a un lado y se la dejo, porque pues… Carlos también tiene miembro y corazoncito, también tiene sentimientos pues.

Me acuerdo de Brenda, le hice creer que era tan guapa, que solamente en eso pensaba, y luego vino la cocaina, y luego vino el productor de la televisora, y su debut en una telenovela, donde ya no tenía la nariz con la que le conocí, y definitivamente, su mirada estaba en un viaje muchos kilómetros lejos. También por eso mejor me las elijo legalmente adultas, no quiero cargar con culpabilidades. Si, si tengo un poquito de moral. He aprendido a educar mujercitas a mi gusto, y también, las he aprendido a educar para que sean sanas, delgaditas, sabrosas y si, esta bien, medio putitas… se hacen las que aprenden, pero bien que saben. Para eso se educan desde que leen esas revistuchas, para saber donde apretar, donde morder y qué lucir, exáctamente que lucir. Por eso abrí mi agencia de modelos, si no quería volver a acostarme con una gorda, y con una fea, y no quería volver a mirarme en el espejo y pensar que estoy cubierto de cebo, necesitaba algo así. Porque después de dieciseis años aún siento esa capa de piel extra. Llámenme exagerado, llámenme cerdo machista, no me importa, tengo exáctamente el corte que quiero y lo disfruto tanto. Cuando compren una revista juvenil, acuérdense de mí, cuando vean una foto de una nena fresca y juvenil, piensen que yo me la comí primero, y ténganme envidia, mucha envidia.

Todo empieza con un “Ya tengo una sesión de fotos para ti, te recojo en tal lugar, es tanto el presupuesto”. Pues ya sin chela y sin cigarros…

arbolsep-pix

Foto de Denize.

Este cuento forma parte de los fotocuentos que estaré escribiendo en este blog. Si quieres formar parte o enviar una foto, revisa este post.

Más fotocuentos