Cuando le dije a Raymundo Ríos, que el 24 de Junio del 2006 era uno de los días más felices de mi vida porque había apostado con Ruy (un pez gordo que maneja apuestas acá, en la Narvarte, por si gustan) cuarenta mil pesos a que ganaría Argentina 2-1, él sólo atinó a levantar tantito la mirada enrojecida por la tristeza. Pensé, por un momento, que estaba decepcionado de mí por haber vendido mi orgullo nacionalista. Me senté en su mesa, bajé un poco la mirada y después le dije sonriente–. Ya completé dinero para casarme manito, te invito a la boda, ¿vale? –Raymundo Ríos bajó la vista nuevamente, una lágrima se deslizó por su nariz y empapó el periódico, justamente donde el acento de la e, en México. Suspiré un poco triste, le puse la mano en la cabeza y se la acaricié.

–¿Qué tienes carnal? –le pregunté por fin–, mira, ya sé que … hice una apuesta al diablo, pero no es para tanto. Ya sabes que México es así carnal: lo emociona a uno y después lo hace pedacitos con el puño, no es para que te pongas…

–No es eso.

–¿Entonces?

–Aposté los veinte mil dólares que me dio el abogado a México, con Ruy. Adicional a eso, ya le debía como unos 5,600 de otros partidos.

–Verga…

–Si.

–¿Cómo lo vas a pagar?

Raymundo se levantó de la mesa, enrolló el periódico y se lo llevó bajo el hombro. “Felicidades por tu boda manito”, me dijo y se fue caminando. Yo pedí un café mocca latte, seguramente mañana, su mamá me llamaría en la noche para decirme que Raymundo se había ido y yo pensaría un poco angustiado que ya no estaba entre nosotros. Iría a cobrar mi apuesta mañana, si señor, y sería mi última vez. Para asegurarme de ello, leería los periódicos todos los días, buscando las notas, el obituario, el hallazgo del cuerpo de Raymundo y cualquier cadaver no identificado, llevaría impreso al pie: “La muerte de Raymundo Ríos”.

Foto de Orión Flores.

Este cuento forma parte de los fotocuentos que escribí en este blog.

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