Vi el programa de “El Informal”. Me ha dejado sin palabras.

Bueno, llevo pensando un rato como escribir esto, así que será mejor que lo haga. El programa, en cierta forma, sigue el modelo de las noticias que dan en Saturday Night Live, sin embargo, lo hacen con cierto humor mexicano. Ese humor mexicano que, en lo personal, a mí no me gusta, ese donde los actores se hacen los chistoretes. Ese humor picaresco funcionaba en los cuarenta, y funcionaba, por supuesto, con mejores chistes. Cuando vi en la pantalla a Ramsés Ortiz, me dije que había algo mal. Los otros actores no estuvieron tan mal, sin embargo, no me fueron memorables, de no ser porque vi a Jesús durante media hora de programa no recordaría ni sus chistes, ni sus expresiones y la facilidad que tenía para cambiar tonos de voz y así parodiar a los noticieros de siempre. Algunas veces escuchaba los chistes, otras veces le miraba parpadear constantemente. He tratado una considerable parte de mi vida con actores y dramaturgos, y varios de ellos concuerdan en una cosa–: El humor sobresale cuando no tratas de hacerte el gracioso. Y aunque Jesús Guzmán lo intentaba, a veces los chistes eran demasiado simples para que no le saliera lo bufón. O más bien, las ganas de humorizar un chiste. Excesos.

Las risas pregrabadas no funcionan. Es por eso que esos programas se hacen en vivo, como el caso de SNL, o bien, grabas el programa con un auditorio. Eso funciona para dos cosas: 1. para grabar las risas de una audiencia en vivo, 2. para romper la tensión del programa en general, eso sirve tanto a los actores como a la audiencia y con ello empieza a existir cierto … fanatismo, las personas que presencian el programa, si ven uno bien hecho, empiezan el boca a boca y hablan de lo maravilloso que es. Nunca me han gustado las risas pregrabadas porque intentan marcar la pauta de dónde debo reírme. Aunque quien diría, con algunos episodios de Chespirito siguen funcionando. Hubieron algunos chistes malísimos, como el de la sandía arriba y el plátano abajo… Hacía tanto que no lo veía, que me arrancó una sonrisa. Sin embargo, hubieron sus buenos chistes, como el de Lorena Herrera o el de los partidos Iraquíes. Sin embargo, son chistes que deben hacerse bien y en este caso, salieron… mediocres. Leí los chistes que me mandó Salvador, me hicieron reir en voz alta, sin embargo, verlos en pantalla no me… hizo nada.

Tal vez todavía no es momento para “mejorar” la comedia mexicana. O tal vez, este es uno de los cimientos para hacerlo. De cualquier manera, felicito a Salvador Leal y a Héctor Padilla por su estreno como escritores televisivos, espero que les de muchas satisfacciones y por supuesto, también espero que a medida que se vaya consolidando el programa, puedan lograr el objetivo de sofisticar un poco lo que es el humor mexicano.