¿Alguna vez nos cansaremos de reproducirnos?, se preguntó Fest en la tarde, quien sabe por qué motivos. Inmediatamente se respondió que no y casi se atragantó con el humo del cigarrillo, al darse cuenta de la estupidez de la pregunta y la risa que estuvo por provocarle. Luego, pensándolo un poco fríamente, ¿quién tiene algo más importante que abrazarse o huir de la reproducción?

Parece que la reproducción nos persiguiera en todo. Puede que exista como un fin, un destino, una manera de relegar a las siguientes generaciones la búsqueda a las respuestas de todas nuestras preguntas. ¿Será posible que alguien se reproduzca con eso en la mente? ¿Alguien tendría el corazón para pensar en ello mientras se encuentra a la mitad del acto con su pareja? Al releerlo, Fest encuentra ese motivo un poquito cruel y despiadado, cómo la excusa perfecta para que un villano, con antifaz y sonrisa sardónica, se reproduzca como conejito.

Aunque… bueno, pensar en cualquier destino mientras uno se encuentra a la mitad del sexo, suena medio imposible. ¿No el sexo es entretenimiento, diversión, pasión y fuego? ¿No también es un hecho incontrolable? ¿O una manera saludable de perder el tiempo? Si a Fest le preguntaran como querría perder los veinte minutos antes de la función del cine o de la primera a la tercera llamada de una obra de teatro, diría que un rapidín no le caería mal.

La manera más rápida de trascendencia para los varoncitos, y la menos importante, es perpetuar el nombre y el apellido. “Necesito que mi nombre llegue lejos”, asegúrate de tener un hijo varón, y este a su vez, tenga más hijos varones, y si no tienes un hijo varón, tal vez la casa chica pueda tenerlo, ¿no es tan importante el lazo de sangre? Adopta un niño, además así estas cumpliendo con un bienestar social: en vez de traer más chamacos al feo mundo, estas aceptando uno que trajeron y no la debía, ni temía.

O bueno, se pueden tener once hijos como tradición familiar. Es bueno que los niños tengan hermanitos. El sexo como adicción, sin una planificación familiar correcta.

Y es la demostración más bonita de amor, dicen… como no.