Como una ilusión, ayer a Fest le hicieron la mejor mamada del mundo. Alguna vez habló de mamadas en sus diversos contextos (más bien lo imaginó, porque lo buscó en su blog y no lo encuentra), pero esta vez, se refiere a la materia prima de la mamada: órgano comelón, organo cogelón. No sabe si fue un sueño, como cantaría Alex Lora, o si de alguna manera, algún súcubo siniestro se metió en su duerme vela. Pero fue una mamada espléndida. LA MAMADA de sus veinticinco años, la del cuarto de siglo, la hiper mamada, la que parece foto DRM: tan increíble no crees que sea real. Fue la mamada del ritmo perfecto, la que con pocos minutos obliga al orgasmo, la que conjunta dientes-coquetería-lengua con maestría y los tiempos correctos. Ayer, recuerda, nomás se acostó y dejó que sucedieran las cosas, ni las manos metió. Pero… ¿y si fue un sueñito? Ahh, si fue un sueñito, es desolador pensar que jamás recibirá una igual, ¿y si el súcubo jamás vuelve a visitarle? Ahhh… no lo sabe, tendrá que hacer libaciones para llamar al demonio. ¿Y después, si resulta que ni sueño, ni súcubo, sino una mamada tangible, si es que hay algo como una “mamada tangible”? Querrá decir que alguien se la hizo, y no solamente fue el impulso sexual, debe guardar por ahí una dosis de cariño, y de ganas de tragarse los fluidos del otro, porque no es fácil entregar el cuerpo, mucho menos aceptar su producto. Tal vez algún mérito reciben los coprofílicos, por más que sus prácticas provoquen asquito y escalofríos, y curiosidad, y morbo…