La Navidad trae a nosotros pensamientos, reflexiones, alegría y angustias. Cualquier cosa que nos pase en Navidad, suele ser más intensa, porque las fechas persisten como un halo de esperanza para un mejor próximo año. Cualquier acto directo o indirecto, se torna un símbolo que fácilmente podemos cargar al siguiente año. Es el mes de los milagros. Hay listillos que dicen o nos quieren vender la idea de que es una época como cualquier otra y que si verdaderamente quisiéramos, tendríamos la época en nuestros corazones todos los días. Esa es una mentira, agradable, pero mentira al fin y al cabo. Nuestra sociedad no lo permite, aunque pretendamos una indiferencia inmutable, algo puede afectarnos de manera inconsciente o muy consciente tan sólo porque estamos llenos de adornos rojos, lucecitas apantallantes, ensaladas navideñas, recalentados con los amigos y regalos envueltos. Una fecha que nos permite dar y recibir, sin excusas, sin justificaciones. Una presión social agradable, que puede alumbrar nuestros corazones o animarnos el corazón de hojalata… si, todas esas cositas.

Personalmente, mis navidades son de lo más tranquilas. Mi familia y yo vemos algunas series o películas en la televisión, preparamos una enorme cantidad de ensalada navideña y pierna (o pavo) para comer al siguiente día. Es una semana donde el estómago amenaza con reventar, como en todas las familias clasemedieras mexicanas. Platicamos poco entre nosotros, pero nos sonreímos a menudo a lo largo de los días. Cuando éramos más, después de que alguien abría las botellas de vino, solíamos sentarnos alrededor de la mesa y escuchar música ligera. Luego de unas dos o tres copitas, las lenguas se soltaban libremente, y contábamos historias viejas, también hablábamos del cariño que nos habíamos guardado durante años, del verdadero respeto que nos tenemos los unos a los otros y lamentablemente, también resentimientos. No faltaban abrazos y lágrimas, y después de once meses, pienso que nos dábamos el lujo de ser una familia común. Nuestro pequeño milagro navideño consistía en romper el corazón contenido y acostumbrado de los Salazar.

Hay de milagros a milagros. Algunos piensan en el regalo que habían esperado todo el año, los niños se desvelan con la esperanza de ver al Gran Hermano Gordo y Rojo, enfermos terminales se curan o finalmente mueren para no prolongar el sufrimiento. Agradecimientos por vida, saludo y riqueza. Una bella esperanza por el milagroso aparecimiento de la cornucopia de la abundancia. Mirar los hijos crecidos, el primo que sólo vemos una vez al año, presumir a otros cuánto hemos logrado a través de nuestro trabajo. Hay de milagros a milagros, y todos los sentimientos del mundo se esparcen como semillas con la llegada de Diciembre, permeando nuestra sociedad para el siguiente año. Un escenario muy hermoso, que se puede apreciar en cada esquina, y que pienso, es más importante y valioso que cualquier regalo material o espiritual que estemos ansiosos por regalar o recibir.