Cuando tengo oportunidad se las enseño a mis amigos de manera discreta. Tú sabes como es eso… sacar la cartera, abrirla completa, y que ellos encuentren la foto por casualidad. La foto es tan llamativa, que preguntan en la mayoría de los casos. Cuando lo hacen, les digo que es el fantasma de mi abuela, y atrás de su fantasma, se encuentra el de la bisabuela, aún más alejado, más borroso. No me gustan las interpretaciones comunes: “El yo, y mi otro yo”. Porque a todos nos gusta jugar con nuestros reflejos, nuestros dobles, nuestras personalidades divididas. Tantísimas personas aburridas sufren ya el temor de ser comunes. Se inventan enfermedades que no tienen, enfermedades de la mente, que disocian su persona en cuantas necesiten para no vivir ordinariamente. A mí me gusta más inventar fantasmas… ya poca gente habla de ellos. Cuándo tomaste esa foto y la modificaste para mí, supe que te gustaba decirme que eras otra persona, que te estabas vigilando perpetuamente. Pero me gustan más mis monitos ectoplásmicos, difuminados, sobrenaturales, rencorosos y melancólicos.

La gente tiene miedo de no ser alguien genial o grandioso. Yo tengo miedo de perder a las personas que siempre quise. Es obvio que la historia es inventada, la de la fotografía… luego les explico que mi novia es fotógrafa y artista digital, y que era la pieza preferida de su última exposición. Luego de explicarles, asombrarles con tu trabajo, me siento derecho, me dejo caer en algún sillón y pienso en mis muertos. No hay nada peor que olvidarlos, me imagino. Es una cuestión de conservar el pasado, para seguir construyendo el presente y preparar el futuro. Admiro tu fotografía y pienso en cuanto te pareces a mi madre, a mi abuelita, a mi bisabuela. ¿Cuándo nos hagamos viejos juntos, si es que lo logramos, reharás la fotografía? Cuatro personas tuyas, blancas como fantasmas, de negro luto a la vida. Prendo un cigarrillo y le doy vueltas a tu fotografía, ¿cuántas interpretaciones caben, aparte de los reflejos, de los tiempos y de los muertos?

Si tuviera que elegir otra interpretación, diría que eres una hada, una hada gótica y negra. Un espíritu volatil que camina entre la ignorancia espesa (el negro) y provoca las interpretaciones que deseamos (los grises). Sin embargo, el objetivo es encontrar una interpretación pura (blancos), como sólo observar la fotografía. Buscar la pureza, irse a lo más sencillo, como que simplemente eres tú la pureza y te repites a ti misma. Eres una foto, nada más… sin discusiones. Es por ello, mi hada, que la he impreso y guardo en la cartera. Para verla y pensar en ti, pensar en la foto, pensar todo lo posible, cuando la admiro. Sé que cuando preguntas qué me hace sentir la foto, no puedo decirte nada de esto y todo lo que me nace es decirte–. Bonito. Y ya. Luego te enojas, te hablo de mi mamá y mi abuelita, discutimos un poco más, y balbuceo de la pureza… no me entiendes nada, discutimos un poco más, te preparo la cena y acabamos revueltos en la cama, platicándote de como se las enseñé a mis amigos, o de como me ha gustado mucho la fotografía, pero no puedo decirte lo demás.

Piensas que soy un idiota, pero no lo soy… algún día tendré el valor para decírtelo todo, y pedirte una foto más, dónde te repliques hasta el infinito.

Foto: EsttibalysFlickr.

Este cuento forma parte de los fotocuentos que escribí en este blog.

Puedes leer más acerca de este proyecto en esta entrada.

Más fotocuentos

Una confesión

Te pedí una foto...

Confianza regalada

Este es el regalo...

Me llevó

Tengo la horrible...

Parsimonioso

Veintiún fotos a...