He sentido pesadez en la cabeza al despertar muy a menudo, como si no fuera mi hora de hacerlo y debiera continuar durmiendo. Esto pasa independientemente de las horas que duerma: Si duermo tres horas o si duermo doce. Es un fenómeno muy extraño. Supongo que las chaquetitas por fin se están cobrando el saldo… entonces la madre Juanita estaría muy contenta de mi “enfermedad”. Cuando estaba en la secundaria, me hizo leer unos libros que explicaban de la masturbación y de mi cuerpo. Un niño llamado Juán, y debidamente ilustrado como tal (¿qué?, si pues… un Juan, ilustrado como Juan, el ilustre), se quedó solo y sin amigos, demacrado de la cara como si bebiera o se drogara. Es la nueva droga, le llamamos Onán-tilinametalohidrilica. Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo… siento la pesadez en la cabeza y no se me quita, échame unos polvitos mágicos (sin albur), para tranquilizar ese cansancio.

Debiera admitir que las desveladas ya no son lo mío, pero me es difícil. Es el maldito Final Fantasy.

Hablando de educación moral, he añadido ese bonito coso que es “el verso bíblico del día” en mi barra lateral. No es porque esté buscando consuelo, o porque haya derrotado mi agnosticismo. No necesito la Ayuda. Nah. Lo tengo ahí como mero instrumento práctico que me puede servir un día de estos para escribir un cuento, como epígrafe hiper-mamón… porque la religión muchas veces es nuestro epígrafe, ¿no?

Durante una temporada, pensé re-escribir la Biblia en términos un poquito más coloquiales y las historias un poco más modernas. El ganón es Dios, por supuesto… siempre es Dios. Nos inventamos algo como Él, para tener una idea básica de lo que es la soberbia. Claro, un ser humano común y corriente que contara con los poderes del Hijo, del Padre y del Espíritu Santo, tendría de verdad muchos problemas para saber lo que es la soberbia, pero nosotros humanos podemos darnos una idea, y tenemos gente dispuesta a ayudarnos (benditos ellos) cuando nos dan nuestros delirios de grandeza y nos señalan el libro negro de la Verdad.

Aún siento la pesadez en la cabeza, la he sentido todo el día.

Salí a fumar hace rato y dejé el post pendiente. Pensé que el cigarrito me había quitado lo dormido pero no, gran error, porque regresó la pesadez. O más bien, siempre estuvo ahí, pero el acto de fumar me hizo olvidarlo o rechazarlo o negarlo. Es como una tela entre la piel de mi frente y mi cráneo. La tela quiere extenderse pero mi cabeza no la deja. No es un dolor de cabeza, es sólo una molestia. Mis ojos se sienten un poco cansados. Hace poco releí uno de mis cuadernos académicos y estaba lleno de anotaciones al margen, de pensamientos personales, de dibujitos y perfiles. Si había anotaciones de la clase, pero muy pocas… mis cuadernos son eso, para pasar el aburrimiento. Mi blog es para pasar el aburrimiento. Escribo novelas para no aburrirme. Por eso me siento contento escribiendo cuentos, porque me restrinjo y descubro genialidad en lo breve. En ocasiones podemos decir lo absolutamente necesario en unas cuantas palabras. Mi cabeza esta cayéndose de lado, parece que la tela juega conmigo.

Si fuese hipocondriaco, pensaría que lo mío es un tumor.

Un tumor viscoso, repentino y maligno, que ha crecido recientemente. Un tumor que se esta cobrando el no encontrar el texto perfecto que estoy buscando. De eso escribo en mi diario, estúpido, de buscar el texto perfecto, el texto indicado, el Texto. (Así con mayúsculas, como otros tantos se atreven). Me estoy convirtiendo en uno de esos novelistas que escriben del fascinante acto de escribir como una excusa para la ficción. Guacala. Escribir involucra solamente a un hombre, pegándole al teclado o usando la pluma. Un blog del fascinante acto de escribir sería lo más aburrido del mundo: Tomé un lápiz, abrí mi cuaderno, incliné ligeramente la cabeza y dubitativamente, empecé mi escrito con la letra A. ¿A quién le interesa eso? Lo bonito es la vida, supongo, eso es lo fascinante, lo que antecede y procede, al acto de escribir.

Por eso, recomiendo coger antes y después de escribir. Eso si es bonito. O mínimo masturbarse.