Ayer me enojé por cuestiones personales mientras platicaba con Sol María. No fue nada grave, pero mis enojos son inmediatos. Me dolió el estómago ayer y aún hoy, a lo largo del día, he sentido una especie de malestar. Como la plática estaba en curso a través del messenger, puse en mi subnick: “Estoy muy encabronado, no quiero hablar con nadie”. Funcionó en cierta medida. De los trescientos contactos que tengo, los cuatro que tuvieron el atrevimiento, los bloqueé temporalmente en lo que terminaba la charla. Puedo decirles que en once años de vida cibernética, nunca, nunca… he bloqueado a nadie, ni siquiera temporalmente. Así de enorme era mi enojo.
La situación todavía me tiene pensando. No el enojo, ni la discusión, eso ya se resolvió de alguna manera. Sin embargo, el pequeño letrero avisando mi enojo tiene muchos puntos de vista muy básicos que se pueden extender a todo tipo de situaciones. Para empezar, ¿por qué poner el letrero y no simplemente desconectarse? Pues la plática todavía estaba en curso, pero el simple hecho de apagarlo hubiera resuelto la molestia de bloquear a un grupo de contactos. Es cierto que puede tomarse con humor, el que te manden un mensajito mientras estas enojado te puede poner de buenas… si estas dispuesto. O se puede tomar como una falta de respeto, si estas pidiendo que no te molesten… ¿por qué lo hacen? ¿por graciosos? ¿por qué la vida no va en serio? ¿para picarte más?
Se me olvidó y me quedé en el messenger hasta las cinco de la mañana. K me mandó un mensaje y me preguntó que “porque estás conectado si estás encabronado?”, me despabilé, fue como despertar. Me había distraído leyendo algo. Platicamos un ratito, casi nada.
Mi celular ha estado sonando mucho las últimas dos semanas y he descubierto que lo odio. Me gustan los mensajitos, pero no me gusta que me llamen. Muy raro y contradictorio, igual… se puede tomar de varias maneras. ¿Por qué tienes un pinche celular, si no quieres hablar por teléfono cabrón? Pues porque me gustan ciertas llamadas, no lo niego… me gusta que me hable la gente que me agrada. Creo que mi peor llamada, fue la de un tipo rogándome prácticamente, que metiera Big Blogger en sus servidores para que le hiciéramos publicidad. Una llamada de más de una hora, de un vendedor necio e insistente. Ha habido otras llamadas extrañas. Mi tío Daniel acostumbra a llamarme por teléfono cuando está aburrido. Estas dos semanas, su constancia ha sido arrolladora. Al celular esta a punto de acabársele la pila… permitiré que muera y lo guardaré en un cajón, no sé cuanto tiempo.
Existen puntos de vista tan variados en una situación tan básica y absurda, sin embargo esas pequeñas situaciones definen una actitud ante la vida, por más absurda que sea. En la mañana, pensar todo esto me provocó curiosidad y la conclusión es que he decidido aislarme un poco. Me voy a evitar el teatro de las redes sociales, los mensajeros instantáneos y los celulares un rato. Siento como una sobrecarga de comunicación (desde la comodidad de mi casa, ja!). No es saludable, creo, enojarse por esas cosas. Incluso, si puedo, cavaré un agujero en alguna parte de mi casa y me haré el desaparecido.
Hoy en la mañana, cuando acompañé a mi hermano a subirse al camión, me dieron ganas de subirme e irme, hasta dónde me lo permitiera. No lo hice, mejor prendí un cigarro, regresé a mi casa y me dormí un rato. No soy muy obediente a mis impulsos, a no ser que involucren un par de piernas que me gusten.