No se escucha nada, pero se oye todo. Esa distinción parece muy importante para las personas amables, los educadores: “Todo mundo sabe oír, pero nadie sabe escuchar” y sonríen. ¿Cuántos escucharán? Después, la búsqueda lleva señales en la parte más normal de la vida. Por ejemplo, si miras la fotografía en blanco y negro de una mujer, vistiendo medias y ropa interior provocativa, tratas de buscar algo más allá que la imagen y el placer que provocan. En el parque un niño juega fútbol con sus amigos, un frutsi con piedritas y dos varas para improvisar la portería. Levantan la tierra con cada patada. Oyes y ves. Ni las medias, ni los educadores, ni el olor a polvo levantado y el cascabeleo de las piedras, dicen la verdad. Sólo distraen. Las señales no funcionan, hasta que buscas un propósito. Hay gente que nace con un propósito, hay otro quienes los eligen, pero otros más caminan sin él. Hay tanto ruido que los propósitos parecen cambiar mientras vives.

Algo así.