Tengo hambre por escribir una larga historia. Desde que me conozco tengo ese gusanito. No importa que sea “La Obra”, no importa que entre dentro de algún canon literario o que cumpla los requisitos de una novela pulp. Tampoco debe importar si hace reír, si provoca catarsis o si cambia la perspectiva del lector. O si no cumple los requisitos de mis escritores ejemplares, como Raymond Carver, como Michael Ende o como José Agustín. Una historia que abarque todas las posibilidades para un sólo ser humano. Por eso empecé historias como El Cien Vidas, o como el Cuenta Cuentos de Jaramillo, porque son ese rezago que traigo atrás, ese sueño infantil que desde años he venido preparando. Tal vez, si empiezo una larga historia… esta vez si pueda darle final, pero es que los finales son tristes, tal vez desoladores, soy un lector necio que no desea terminar el libro que empieza. ¿Por qué un sólo final cuando se pueden escribir todos los finales? ¿Por qué insistir en qué una historia debe ser lineal, cuando puedes tratar de escribir todas las palabras, todas las escenas, todos los fuegos?
Ayer, mientras no podía dormir, anoté como quiero estructurar la historia. También anoté que tipo de lenguaje deseo utilizar para ella. Finalmente, anoté hasta catorce finales posibles para cada sexo. ¿Un sólo hombre podría escribir una historia así? Por eso la ficción colaborativa en línea es tan popular. Lástima que no haya recursos en español. Siquiera en España, porque ni en Latinoamérica. La gente tiene miedo de escribir en español. Octavio Paz dice que en México somos buenos cantantes, pero malos escritores. ¿Es cierto que sólo algunos cuantos pueden escribir sin caer en lugares comunes? ¿Sin utilizar líneas de canciones para desarrollar sus historias? ¿Sin hacer recurso de poesía fácil y verso libre para estructurar sus ideas? En México debería haber gente escribiendo, todo lo posible por escribir. México debería contar su historia de todas las maneras posibles. Huir del miedo a las críticas, huir del miedo al reflejo, todos deberíamos tomar una pluma y un cuadernillo y escribir líneas. Esas líneas multiplicarán otras líneas. Enseñar estas líneas a nuestros amigos para que ellos piensen en más líneas. Escribir en los bares, en el metro, en los parques y los camiones. Escribir y compartir. Líneas que cubran callejones, calles y anuncios publicitarios. Una orgía de letras.
Escribir reproduce el conocimiento y lo libera. Lo desafía. Provoca la imaginación, impone nuevos retos. Escribir y leer son lo mismo. Sirven a la función de entretener, divertir, aprender e imaginar. Tal vez ese es mi problema: quiero escribir una larga historia, por eso leo largos libros. No importa que sean buenos, o malos, o que sus recursos literarios sean potentes o imbéciles. Son letras apiladas una sobre la otra. Son imágenes que se construyen a lo largo de voz, ritmo y paciencia. Escribir es leer, no pueden vivir separados. Mientras uno escribe se lee. Uno lee para aprender a escribir mejor. Se crea mientras se escribe. Se destruye la historia cuando termina de leerse. ¿Hay algo como una historia indestructible? Las sobras se asimilan a través del espíritu. Ancianos recordaremos los cuentos leídos y los modificaremos para contárselos a nuestros nietos. Pasan cosas, nadie esta seguro, pocos se dan cuenta, pero pasan cosas. Puedes llorar, o tirar el libro a la basura, o usarlo para balancear la mesa o detener la puerta.