O por qué nunca debes hacerle el amor a una vaca.

El viernes pasado me enfermé de alguna variedad de gripa que se esparció en la oficina. Cuando alguno se enferma me fijo muy bien en los síntomas y los días. No es casualidad que al día siguiente otro amanezca enfermo y presente el caso clínico del día anterior. Así sé, si acaso llegara a enfermar, cuando mi cuerpo debe sanar o sentirá menos el peso del desafortunado contagio.

Santiago se enfermó el lunes de gripa. Una gripa que le duró tres días. Los primeros dos días se veía terrible. El tercero ya se veía normal, aunque carrasposo y el cuarto ya no presentaba señales de la enfermedad.

Yo me contagié el viernes.

Esa semana tuve algunos dolores de cabeza, sudé sin motivos aparentes, tuve algunos dolores de espalda. He olvidado mencionar que trabajé en la campaña de Julio Regalado y que en otro de los días se nos ocurrió abrir cinco castings. Era un manojo de hombre. Me imagino eso: “Manojo de hombre”.

Me viene a la mente un Dios travieso. Sus manos delicadas, delgadas, huesudas, atraviesan un mercado de hierbas, de polvos cósmicos y accidentes naturales. En el puesto más insignificante de todos, encuentra un pequeño botecito. Un manojo de hombre, le dice a la señora canosa que atiende. Los dos se sonríen.

El viernes viajé a Puebla porque mi novia tuvo un arranque de soledad. Cada que tiene un arranque de soledad, debo agarrar un camión o figurarme las consecuencias. Con todo y gripa, llamé un sitio de taxis y me fui a la TAPO. Viajar no sería tan malo. De noche, sin calefacción, sin película que ver para distraerse…

El viaje estuvo tranquilo. Cuando llegué me llenaron de besitos. Lo que hace uno por ver, tocar o besar, a la mujer amada. Manojo de hombre. Palmo de mujer. Knorr Suiza presenta.

Platicamos, salimos, comimos por ahí, nada del otro mundo… quesadillas de las vías. Creo que eso me enfermó. Resulta que el domingo desperté con un dolorcito en el vientre. Ese dolor en el vientre se extendió todo el día. Curioso. Según mis cálculos el domingo salía de la gripa.

El dolor en el vientre también era dolor de panza y cabeza. Dolores intermitentes. Los dedos gentiles apretando la cabeza. Fiebre. Sudor. Molestia estomacal. Palomitas y coca cola. No debí. Tacos de bisteck con queso la noche anterior. Aguacate. Me gusta el aguacate. Es de mis frutas preferidas. Sueño. Hulk el hombre verde. Hulk, el aguacatote.

Vi Hulk, y regresamos a casa.

Después de unas horas, entre dormir, dar vueltas, fiebre, ir al baño, vomitar y otros milagros inesperados, fuimos a la sala de urgencias de la BUAP. No es que fuera urgencia. Es que la pequeña clínica a un lado estaba cerrada. Experimenté el placer de sentarme en una camilla por primera vez. También me pareció sumamente curioso el proceso de ponerse una bata, acostarse, taparse, todo eso.

Nunca había estado en un hospital.

Todos mis sueños se cumplieron cuando me pusieron un suero, y cuando me sacaron tres botecitos de sangre para hacerme análisis. Me tocó una enfermera buena onda, a la que le gustaba hacer bromas. Tres médicos me preguntaron cosas. A los tres les respondí lo poco que sabía. Uno de ellos parecía tener muy buena intuición, porque me preguntó si había sentido algo inusual durante la semana.

Respondí que sí, que estuve sudando en días pasados, cuando regularmente no sudo. Que médico tan intuitivo. El médico dijo que me harían los análisis para confirmar que no tuviera salmonelosis. Mi mujer se quedó conmigo. Prendió su celular un rato y se puso a jugar, en lo que yo cerré los ojitos y me dormí.

Cuando desperté, la enfermera buena onda me estaba mirando. –¿Todo bien? –Pos todo bien. –Ahhh bueno. Le traje su antibiótico. Una bolsa grande de antibiótico. Esta bien, póngamela. Y me la puso. Se me quitaron la fiebre y el mareo. Me dormí otro ratito, supongo. Mi mujer hablaba por teléfono con su familia. No sabía que un antibiótico actuara tan pronto. Bien.

Desperté de nuevo. Platiqué un ratito con mi mujer. Una doctora entró.

–¿Cómo se siente?

–Ya mucho mejor.

–Pues ahí le va la mala… tiene brucellosis.

–Ahh… ¿Ah? ¿Y qué es eso?

–¿Comió leche o quesos caseros?

–Pues…

No. Ninguna de las dos. Ya la doctora me explicó un poco como la brucellosis afectaba todo mi cuerpecito. Como pude adquirirla. Lo más importante: como no hacer que se enojara. Me dio mi receta y anotó dos cosas muy importantes… Suspender irritantes y grasas. Asentí despreocupado. Generalmente, cuando se trata de recuperar el cuerpo y continuar siendo una hierba mala, hago lo posible. Me gusta estar aquí. No se puede molestar gente, si no se está sano.

Ni modo.

Los sintomas de esta cosa:

  • Dolor en el vientre.
  • Fiebre. (De hecho, se le conoce como fiebre de malta o fiebre ondulante).
  • Nausea.

Trivia:

  • Si no se trata, se aloja en los huesos y se convierte en una enfermedad crónica. Eso quiere decir que te molesta de vez en cuándo durante toda tu vida.
  • Cuando molesta… molesta bien chingón.
  • Se quería usar como arma biológica en la segunda guerra mundial.
  • Se necesitan dos antibióticos para su tratamiento.
  • Te enfermas si tomas leche no pasteurizada o queso casero.
  • En algún estado a Hillary Clinton le ofrecieron un vaso de leche, recién salidito de la ubre de una vaca. El servicio secreto al enterarse, preparó las super inyecciones de antibióticos más potentes de la historia… para que no le diera brucellosis.
  • Si eres necio y no tratas la brucellosis, se te inflaman los testículos. Ja.
  • También te da si tocas la placenta de algún torillo, un aborto, las heces y todo tipo de desechos. Por supuesto, el animal debe estar infectado.
  • El tiempo de gestión es largo… muy largo. El promedio es entre dos semanas y dos meses. Sin embargo, hay casos donde puede tardar… muchos, muchos meses. Incluso años.
  • Gracias a la brucellosis he dejado de fumar. Llevo 4 días y medio sin fumar y sin tomar refresco.

Hablando de eso…

…He dejado de fumar. Y de tomar refresco.