Hace muchos años, en Singapur, fui brutalmente torturado y… bueno, eso corresponde contarlo en la historia de Medel. Ya está el borrador del siguiente capítulo pero no me animo a publicarlo todavía. El siguiente capítulo tengo la intención de que sea el último. Así que estará largo, jugoso y divertido.
Mientras tanto, puedo platicarles de la minifalda de la gerente de Sanborn’s.
No tengo vergüenza. Llevo varios minutos mirándole los muslos.
Y dio la casualidad, mientras decidí escribir en mi blog, que se me puso enfrente y anda levantando un poco los piecitos. Entonces las nalgas se le ven muy bien. Y ya se fue detrás del mostrador. Creo que ya puedo enfocarme a escribir. Hay otra mesera por ahí que tiene una falda igual de pegadita pero no me llama tanto. Hasta para elegir las piernas el perro faldero se pone sus moños.
–No cualquier hueso, wof wof. Ay mamón.
Hace mucho que no escribo.
No fue la brucellosis, no fue el trabajo, no creo que sea la boda. Simplemente me agoté. Pasó el tiempo y pasó el tiempo. Todo pasaba por mi cabeza, excepto la hoja en blanco. Nada de escribir diario. Mientras tanto, me alimenté con el blog de Kabeza, con la iniciativa de comics de Guffo, con la historia de Medel, me alimenté leyendo uno que otro blog, respondiendo mis correos o abusando de las aplicaciones de Facebook. Sencillamente me olvidé de escribir.
Y ahora que tengo ganas de escribir de nuevo, extraño los cigarrillos. Hoy es mi octavo día sin fumar. Si hay diferencias. Uno despierta sin el dolor en el pecho o la garganta irritada. Se duerme mejor y se despierta mejor. Pero la vida se convierte en una lucha. La ansiedad por comprar una cajetilla y prender un sólo cigarro, que te lleva al siguiente y luego al siguiente.
He pensado en crearme un rito como los escritores de Stephen King.
Prender un cigarro cuando termine una novela por ejemplo.
Por otra parte… al dejar el cigarrillo he descubierto que la voluntad es una cosa poderosa. Crece al individuo y le da la confianza para matar dragones. Es cierto que deseo fumar. Es cierto que huelo un cigarrillo y ya estoy pensando en prender uno. Pero negarlo… caray, negarlo. Da cierta satisfacción. Sentimientos encontrados entre la adicción, sentir la nicotina de nuevo, sentir la dopamina explotando en el cerebro, y la capacidad de negar la adicción, sentirse un súper hombre y la ilusión del control del propio destino.
Dejé de fumar.
Este súper hombre, que dejó el cigarrillo, es ridículo per sé. He recorrido todo Angelópolis el día de hoy para comprar lo que falta en el vestuario del novio. Me caso en dos semanas. Creo que eso ya lo sabían. Si no lo sabían, se los recuerdo. La gerente de Sanborn’s es imperativo que sepa me voy a casar. Probablemente eso le provoque ternura y suba dos centímetros más la falda.
Ya compré lo que me faltaba.
Casarse de guayabera, no quiere decir que es más barato. Casarse de guayabera trae varias consecuencias: todo de blanco. Como yo no tengo ropa blanca, y como mi novia me ha pedido de favor que no sea el comodino que suelo ser, he comprado desde los calzones (300 pesos por unos calzones. Los subastaré por e-bay cuando sea famoso) hasta los zapatos (y qué zapatos).
Los zapatos fueron particularmente problemáticos. Fui a Palacio (totalmente) y encontré unos converse totalmente blancos y de piel. Me convencí que esos estarían perfectos. Casi los compro. Mi error fue consultar primero con mi dulce polli quien me dijo: “No. Tenis No. No Man. Ches. Tuvida. Cabrón. TE VAS A CASAR Y NO DE TENNIS”.
Me enamoré de ellos.
Me enamoro de todo lo que no le gusta a mi mujer. Señales de que ya estoy más casado que soltero.
Agradezco al señor que me dio ojos para verle los muslos a la mesera. Agradezco al señor que me dio salud para hacerle el amor a mi futura esposa y agradezco al señor la voluntad que me dio para dejar el cigarrillo.
Agradezco, señor, la promiscuidad en internet y las minifaldas de las gerentes de Sanborn’s. Slim: eres lo máximo. Es todo por hoy.