Me di cuenta que es una situación extraordinaria. Hace unos años murió una amiga mía de cáncer de pulmón. Cáncer de pulmón. Hoy vino su hermana gemela a dejarnos unas empanadas que compró su jefe y vino su hija. Pensé en la situación. Para mí fue como ver a un resucitado. ¿Cómo será para ella ver a su madre con otras actitudes y otros gestos? Miré a un resucitado pero no era la misma persona.
Pensaba en ello furiosamente.
Pensar furiosamente. Esa construcción me gusta, aunque es horrible. Pensar. ¿Qué hay más inútil que pensar? ¿Y cómo puede ser una acción pasiva, furiosa? Pienso furiosamente. ¿Qué quiero decir con ello? A veces los escritores tienen esas mañas. Esos clichés. Los blogueros entre menos lecturas y ganas de pensar-desarrollar-construir tienen, se les notan esas mañas. Son clichés más evidentes.
El cliché y su abuso, denotan el grado de profundidad que puede tener una persona. Que puede. No que tiene. Puede, tiene. Las gemelas que eran iguales y distintas. Una muerta y una viva. Una uruguaya y la otra mexicana. No me imagino siquiera la mitad de esa historia y yo que era su amigo. Me imagino a Cristina fumando, detrás de su monitor, riéndose de todas mis babosadas mientras que… esa otra. Esa otra mujer. Esa que tiene la cara de Cristina no lo haría.
Nunca.
Si Cristina viviera, sería como esa persona. Tendría arrugas similares, habría cambiado su voz de esa manera, habría subido esos tantos kilos de más. Se vería como ella. Que difícil y complicado mirar a Cristina con otro nombre repartiendo empanadas y con un fuerte acento uruguayo. Cuando murió Cristina, recuerdo que los únicos que podíamos consolarnos en ese momento que lo supimos, fuimos Jorge, Mario y yo. Estábamos juntos en ese instante. Nos quedamos callados.
Tal vez, pienso, que por eso Jorge se volvió más hipocondriaco. Si mal no recuerdo, se hizo los análisis a las pocas semanas. Si murió Cristina, creo que pensó, también puedo morir yo. Yo me encerré un rato a llorar cuando me enteré. Había compartido gran parte de mi juventud platicando con ella en las noches. Me reconoció como escritor y me hizo una entrevista para su página de internet. Fue un hermoso gesto. Y Mario, no sé de Mario, creo que sólo se quedó callado un largo rato.
Qué difícil es el concepto de la amistad. Uno vaga por el mundo, pensando encontrar a esas personas similares para compartir con ellas, platicar con ellas y crecer con ellas. En algunos lugares es inevitable que seas amigo de una o dos o tres personas. Que parece naciste para ser sus amigos. Pero el tiempo pasa. Te vas a otra parte, ellos se van a otra parte, o no lo son en realidad. Pueden pasar los años… y los amigos que estuvieron intensamente contigo, son fotografías viejas en el cajón. Cliché. Fotografía vieja en el cajón.
No se puede negar la efectividad del cliché: “Fotografía vieja en el cajón”. De no existir, no lo utilizarían los músicos para vender sus canciones. Es de esas pequeñas frases que uno piensa-. A NO MAMES SI CIERTO FOTOGRAFÍA VIEJA EN EL CAJÓN COMO LAS QUE TENGO YO DE LOS QUE ERAN MIS AMIGUIS O MI NOVIWIWIS. Pequeños golpecitos en la cabeza que te hacen dar cuenta de lo terrenal e inevitablemente humano que eres.
Por eso cuando vi a la hermana de Cristina, tal vez por eso, sentí que hubo un rompimiento en el espacio. En el tiempo. En las reglas humanas, naturales y divinas. Te tienen pensando, con ganas de fumarte un cigarro, de hablar de la amistad y de los gemelos. ¡Pero qué distintos son esos dos!, exclamará alguna viejita mientras mira a sus nietos, pero los niños, ambos, traen una camisa del América y shortcitos. Mañana cuando crezcan, uno usará la del Cruz Azul y el otro un Tutú de Ballet.