Nadie maneja tan bien el engaño como una mujer. Lo mejor: cuando son dos mujeres las que tienen el poder sobre un pedazo de información, y cada una lo retuerce para su propio beneficio, cosas muy interesantes pasan. La semana pasada tuve un problema durante la filmación. Le he dado vueltas, y vueltas, y más vueltas.
Una junta es muy sencilla. Durante muchas horas, tienes que estar sentadito escuchando lo que dicen creativo, director, productor ejecutivo y otras personas con verdadero poder de decisión. Te sientan en la misma mesa por mera cortesía y porque no hay de otra. Casting, a veces, tiene el lujo de escaparse. Esta vez no se pudo porque mi asistente de dirección dijo lo siguiente–: Te quisiera ver en la junta para conocernos, Agustín.
Recuerdo que mordí mi labio inferior, encogí los hombres y me dije–. Bueno, ni pedo.
Ya conocía al asistente de dirección y al productor. Me había presentado con ellos un par de veces. Pero, en este medio, ves a muchas personas y a no ser que trabajes muy de cerca con alguien, pues no. Nomás no. Se te puede olvidar. Hay casas de casting que abren una semana y después de cobrar su primer trabajo, no vuelven a aparecerse. Será porque se roban el dinero de los modelos, o porque se cagaron en los pantalones porque no pudieron sacar el casting.
En la junta, vimos a los niños y les encantó uno en particular porque su cara de travesura era demasiado buena.
Ya conocía al niño. Tiene un gemelito. Los dos me parecían excelentes actores, pero un campo minado. ¿Por qué? Porque han hecho comerciales de todo lo habido y por haber. Según dos papelitos firmados que guardaba bajo la manga, los chamacos estaban libres de competencia con pastelitos y galletas. Profesionales –pensé–, probablemente no hay nada que temer. Cuando se quedó uno de ellos, me dio gusto porque sabía que la chamba saldría perfecta.
Sin embargo, tenía un bicho por ahí que me mordía la nuca.
Al día siguiente, prueba de vestuario y si teníamos suerte, firma de contratos. (Los contratos es tema para un cuento de terror. Este es de engaño y decepción, ja). En la oficina estuve pegado a los teléfonos todo el día para perseguir la documentación del contrato. Perdí un cacho de oreja cuando uno de los teléfonos me mordió con sus dientes. Nada que no se resolviera con curitas, hilo cáñamo y alcohol.
Seis de la tarde, había hecho lo mejor posible en mi chamba, cuando recibí una llamada. La agencia del niño. La mujer que habló empezó gritando–. ¡Oye! ¡Necesito saber porque nadie me avisó que se había quedado tal niño! ¡Necesito saber porque estoy viendo aquí su contrato con cierta empresa, y todavía no vence, todavía tiene competencia de panes y galletas! La culpa la tienes tú porque tu nunca me avisaste y… -siguió gritando muchas cosas, pero que yo tenía la culpa era la principal.
-No me grites -le dije tranquilito, con la ceja levantada-. Mejor no me grites y cuéntame, como lo vamos a resolver.
Pero ella siguió gritando.
Gritando un poco más.
Aparté el teléfono y siguió gritando.
Cuando lo acerqué, le dije-. ¿Por qué me envías a dos niños que tienen competencia, entonces?
Ahh, no lo hubiera dicho. Siguió gritando. Acerqué el teléfono.
-Mira, tengo dos papelitos firmados por la señora, donde ella dice que los contratos no están vigentes. Finalmente, yo no estoy en problemas.
-Si yo tengo la culpa, le voy a decir a la señora que no se presente ni a la prueba de vestuario, ni a la filmación.
-Vamos a dejar de culparnos, mejor. ¿Qué dice el contrato de la señora exactamente?
-No tengo el contrato porque hablé a la productora y ya no estaban. Hablé a la agencia de publicidad y bla bla bla bla bla.
Después de un rato de dialogar lo mejor posible con esta mujer, colgué el teléfono e hice lo que no quería hacer desde que escuché sus gritos: Llamé a producción y expuse la situación. ¿Por qué no quería hacerlo? Porque si todo salía mal, no tendríamos niño principal para filmar mañana en la mañana. Ya eran más de las seis de la tarde. Ya no había agencia que me respondiera. Tendría que buscar niños para presentarlos en calidad de urgente.
Producción me dijo-. Ah caray, deja hablo con el cliente, porque este niño también lo tienen para filmar un comercial de otro de sus pastelitos. Oye Agus, pues hay que buscar unos niños más para presentarlos, y déjame ver del mismo casting si… ¿el hermano no podrá?
-No, el hermano tiene competencia directa también.
-Ahhh, pues, caray, investígame bien las competencias porque no puedo estarle diciendo a mi cliente que…
-Sí, lo entiendo. ¿Oye, y el chavito Hernán no podría funcionar? Creo que también lo teníamos de backup.
-Déjame checar. Lo que pasa es que nuestra clienta clienta esta en Monterrey. ¿Te acuerdas ayer en la junta? Ella es quien toma las decisiones.
La clienta, sí. Una mujer que vi borrosa a través de un monitor, en una videoconferencia y de vez en cuando daba su opinión. Sobre todo su opinión respecto al niño: “La verdad, es que no creo que tengamos al niño. Si no es por (digamos que su nombre es) DANIEL, no tenemos a ningún niño”.
-Ah, claro, la clienta.
-Sí señor, la clienta.
-Simón. Yo mientras te investigo que onda con el contrato.
Unas llamadas más tarde y situaciones hipotéticas que iban empeorando a medida que pasaban los minutos, ni siquiera las horas, alguien llamó para decirme que el contrato no lo veríamos hasta mañana a las nueve de la mañana. Mientras tanto, como había prometido la agencia, la madre de Daniel no fue a la prueba de vestuario porque su agencia le había pegado una de gritos que aterrorizaron a la señora. Recuerdo que hablé por teléfono con ella un par de veces y antes que dijera cosas como-. ESTOY MUY ASUSTADITA Y NO QUIERO IR A LA FILMA….
-¿Cuántos años tiene, y cuál es su nombre completito? Pero completo. Y el de sus papás, y el de sus abuelos, y recíteme la tabla del tres.
Todo para que no dijera mamadas.
Producción llamó para decirme la solución-. Pues mira, ¿podemos llevar a los dos niños mañana en lo que sabemos que dice el contrato? Que se presenten Hernán y Daniel, y que el cliente decida ahí mismo en la filmación. ¿Esto nos costará un extra?
-No señor. Yo especifico que quien se vaya, no cobra. Los dos niños tienen al mismo agente.
-Perfecto.
Ahí me tienen, hablando con la agencia de nuevo. Ya en ese momento, ya me había puesto una oreja prostética para cubrir mi deficiencia.
-Avísale a las dos mamás que mañana las veo en la filmación. La de Hernán y Daniel. Mira, la verdad es que les encantó Daniel, y si llevamos a Hernán es para ver si lo aprueban. Si Daniel no tiene problemas por su contrato, entonces ya la hicimos y se queda él, como habíamos dicho en un principio. Estamos a reserva de lo que diga el contrato. No hay pago para el niño que no elijan.
-Yo te juro que mañana estoy hablando desde tempranito por teléfono para que me den ese contrato.
Mañana iba a ser un día divertido. Si de por sí, las madres de los niños actores son como un animal aparte, tener a dos y una de ellas cagada por su olvido en los contratos y la otra cagada porque su hijo quedaría probablemente en segundo lugar… Nomás alcé los ojitos. Mañana como la telenovela: Dos mujeres un camino. Pero de eso hablaremos, precisamente, mañana. De como se desarrolló y continuó el engaño.