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Entre la droga y un plátano, preferí comerme un plátano… por la sencilla razón que no soy drogadicto.
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Al despertar, me pregunté como sería la sensación de un drogadicto buscando qué meterse a medio día. Me pregunté qué sería no tener dinero para comprar lo que se mete y me pregunté, si estuviera muriéndose de hambre, ¿buscaría primero la droga o el plátano?
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Pensé también, en algunas de mis relaciones amorosas. Cuando eres niño, el amor es fácil. Vas con una chamaca y le das el beso. La chamaca se hace tu novia, o te deja de hablar. Finalmente, cuando el amor pasa, sigues platicando con ella y jugando con sus muñecas. Eso es antes de la pubertad.
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Llegando a la pubertad, y entre más adulto te haces… se supone que aprendes cosas y te vuelves orgulloso por ello. Comprendes sin hablar. Te vuelves un jugador activo en “La vida”. Comprendes sentimientos con sólo verlos a la cara. Sabes si hiciste mal o no. Eliges conscientemente, con una mejor comprensión del alcance de tus actos, si sentirte culpable o no por haber besado a aquella chica.
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Nota curiosa: Los pubertos tienen problemas en reconocer sentimientos por los gestos en la cara.
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Pensé que muchos de mis fracasos amorosos, pudieron resolverse hablándolos nomás. No es que sintiera la imperiosa necesidad de revivirlos… simplemente me habría gustado resolverlos de otra forma. Platicando nomás, me habría evitado algunas de las peleas más interesantes y berrinches letrosos que he escrito a lo largo de mi carrera de la vida. Ja. Un sincero arrepentimiento y una invitación a seguir jugando con las muñecas. Algo así.
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Pero ya estamos creciditos. Tú y yo. No tenemos por qué hablar de esas cosas a la altura de nuestra vida. Si estamos en una gozosa estabilidad, no habría por qué meternos en problemas. Estoy totalmente de acuerdo.
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Llevo una semana en Puebla. Hacía falta descansar de un par de semanas mortales en el trabajo. Además, como la chamba bajó, era buen momento para estar con ella. Esta semana hemos jugado a la casita, al té con el señor Woodingworth, al doctor y la enfermera, al iron chef (no sé por qué le puse chief, ja) america, entre otras cosas. Mi cuerpo, mi espíritu, está revitalizado.
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