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El viernes fui a donar sangre al Hospital de la Raza. Cuando llegué, me pidieron que me formara afuera, mientras que a través de una puerta de cristal, miraba gente moviéndose a lo que parecía una recepción de boletitos. También miré dos o tres habitaciones entre abiertas donde había enfermeras, o técnicas de la salud.
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Tenía muchas preguntas, pero la enfermera no parecía dispuesta a responderlas. Así que decidí esperar, como todos. Hacer fila, como todos. Es muy molesto en casting, cuando en recepción te preguntan hasta cinco personas al mismo tiempo todas sus necesidades –la mayoría se resolvería si leyeran la solicitud– y no permiten que el proceso fluya. Tal vez deberíamos tener una puerta de cristal.
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Aún cuando me inquietaba la situación, preferí esperarme hasta que me dejaran entrar, y así buscar todos los letreros informativos posibles. Mientras tanto, platiqué con un hombre que se veía un tanto triste. –Uno nunca sabe –me dijo–, traje hasta dos fotocopias de la boleta de donador porque no sé si me digan algo. En cancerología (u oncología) las cosas son distintas… usted hace una fila como de ocho personas, y se sienta en un reposet. Aquí quien sabe qué tanto deba hacer uno. Mire, hasta cámaras para registrar una foto de cada una de las personas tienen.
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–Es que tienen miedo de que asalten el banco de sangre –respondí. El hombre rió un poco.
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Cuando llegamos a una cantidad considerable de personas, me di cuenta que muchas de ellas tenían una boleta de donador para paciente. No fui a donar sangre porque se me ocurrió de un día a otro. Un familiar mío necesitaba conseguir donadores de sangre como una especie de pago por la operación. Todavía no entiendo exactamente como funciona ese sistema. ¿Alguien lo puede explicar?
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Unos veinte minutos después, nos pasaron a la sala. Ya adentro, el espacio se expandió y me di cuenta que la mitad o un tercio de las personas que habían entrado inicialmente, seguían todavía adentro. Los vigilantes pasaban bloques de no sé cuantas personas, alrededor de unas cuarenta. Pidieron enseñar la identificación para pasar.
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Nos sentaron en un bloque de sillas. Salió una enfermera llevando los famosos cuestionarios en la mano. Explicó detalladamente como había que llenarlos, paso por paso. Las preguntas clásicas que todo donador de sangre debe responder: ¿Tatuajes? ¿Piercings? ¿Diabetes? ¿Enfermedades? ¿Medicamentos? ¿Menstruando? etcétera, etcétera.
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Mitos de la donación de sangre: NO tienes que ayunar. Incluso, recomiendan que desayunes algo ligero (sobre todo líquidos) antes de ir a donar. Esto ayuda a la producción de sangre.
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Cuando terminas de llenar tu cuestionario, te pasan a una oficina donde revisan tus datos y tu identificación por segunda vez. Te preguntan por quién donas, entre otras cosas. De ahí, te mandan a la siguiente habitación, donde te toman la presión, la temperatura, la estatura y el peso.
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El paso siguiente es la ventanilla de registro. Una persona registra todos tus datos, mientras te hace un cuestionario adicional. ¿A qué te dedicas? ¿Escolaridad? ¿Qué eres de la persona a la que vas a donar sangre? Esta bien hecho el sistema, porque te guardan las huellas dactilares. Ya en un futuro, si deseas regresar a donar sangre, sólo tienes que poner tus deditos y como ya tienen tus datos registrados, se agiliza un poco el trámite. –¿Qué tal el frío? –le comenté al registrador–. Esta cabrón. Él se rió e hizo un chiste bobo, como yo lo hice con lo del banco–, ahorita que llegue al cuarto de sangrado, le va a salir gelatina.
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Luego, te dirigen a la siguiente sala: “Toma de Muestras”. Te sacan un pinchazo de sangre para hacerte unas pruebas preliminares para saber si eres un donador viable. Según entendí, no eran pruebas muy complejas. Aunque probablemente incluso detecten VIH o SIDA, antes de meterte al cuarto de sangrado. Aunque existe la posibilidad que eso lo hagan después con tu sangre.
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Lo cual sería muy raro, porque la sangre la usan unas cuantas horas después de donar. Así que tienen que asegurarse lo más posible.
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Había un cuadro muy bonito, casi caricaturizado, donde te explicaban paso a paso a dónde debías ir. Cuando se me iba la onda (y créanme, se me fue muchas veces)… recurría al cuadro para guiarme.
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Finalmente, después de la toma de muestras, se llevan tu sangre y tus datos. 20 minutos después con el algodón en la vena, sale una persona del cuarto de algún doctor y te llama para que seas el siguiente. Si la persona no grita bien tu nombre, sale el doctor en persona para gritarlo a todo volumen. Yo escuché como me llamaron “Daniel Pérez”, en vez de “Agustín Fest”. La doctora me llamó “Daniel Fest”, en vez de “Agustín Fest”.
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Ya en el cuarto, después de cerrar la puerta, la doctora me dijo–. Bueno señor, usted tiene los leucocitos demasiado altos, y no puede donar durante siete días –parpadeé varias veces. Leucocitos altos. ¿Y eso qué quiere decir? –Ahh, bueno, los leucocitos son los glóbulos blancos. Son sus defensas (me di una palmada en la frente. Eso lo enseñan en la secundaria, ¿eh?). Resulta que usted está a punto de tener una infección, ya sea una gripa, o una infección dental, o algo por el estilo. Pero no se preocupe… sus leucocitos están trabajando.
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No llegué al cuarto de sangrado. Eso, tal vez, lo haré en la próxima ocasión. Al salir me pedí un buen desayuno… porque fui de los idiotas que no desayunó nada creyendo que debía ayunar. Ojo, sí son exámenes médicos… entonces el ayuno es necesario. Recuerden consultar con el médico. (Agustín Fest, al servicio de la comunidad).
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