• Mi juego esta en pausa, una pausa larga… Azeroth tendrá que esperar. No había encontrado un juego que me atrapara tanto como este. Lo único que he hecho estos días, es entrar de vez en cuando para ver las subastas de los objetos que estoy vendiendo. Una monita, mi putita elfa oficinal, se pasea por la ciudad de entrañas llevando cosas del buzón al subastador y luego al banco. Está en shorts y suetercito… aw, de verdad que uno juega a las muñecas.

  • De vez en cuando, algún guerrero nivel alto se detiene para chiflarle y soplarle besos. Como es bien ternurita la mona, les responde bien agradecida. Es bastante común que un hombre juegue con una monita sus aventuras. Yo simplemente la tengo de… cof, ¿qué dije hace un momento? putita oficinal, eso dije.

  • Mientras tanto, llevo como puedo los dos proyectos que estoy trabajando. Un director exigente, y una campaña atrabancada. ¿Qué puede ser mejor que eso? Después de nuestra falsa influenza, trabajar mucho y mantenerse ocupado pienso que es lo mejor.

  • Se está terminando mi hora de comida, pronto subiré de nuevo, y me olvidaré de esa media hora en Azeroth con problemas de un mundo real… ese mundo real que también está lleno de ilusiones. Ilusiones de ofertas, de mujeres únicas y hermosas, de adolescentes sanas y obedientes a sus padres, y a la autoridad, ilusiones de hombres musculosos y seductores, misteriosos, que guardan una violencia y un pasado tormentoso detrás de sus ojos mientras anuncian sus perfumitos.

  • De verdad, ¿qué diferencia hay entre Azeroth y la publicidad?

  • Esta será una noche muy larga, como muchas otras noches. Una noche larga de conversión, de armar un DVD, de dormir, quisiera dormir… Dormiré tanto como pueda, tan pronto pueda, voy a descansar esos días pesados. Soñaré con despedidas dulces y mujeres lejanas, soñaré con mi mujer estos días que no la veré. Mis avatares, ¿soñarán con ovejas pixeladas? Nah. Soñaré con la destrucción del mundo, con la reforma humana, con el pasado tranquilo de los días escolares. Esos días soleados, donde las tareas eran bolitas y rayitas, y te comprabas una jícama con limón y chile, mi abuela esperaba a que saliera y sonreía cuando me veía, discreta, y todo parecía estar bien.