…pero nomás sabes decir que no, mijo.

Pegarte con el bastón en las piernas fue lo más difícil que pude hacer para que te quedaras en la casa, Nico. No pensaba que las tuvieras tan frágiles. Generalmente, si hablamos de fragilidad se refieren a mi. Esos dos pasos eran lo mejor que me pasaban en el día, mientras te contoneabas con tus pantaloncitos ajustados y llenabas la chaqueta de cuero con tu cuerpo. Te parecías tanto a los hombres que deseaban acostarse conmigo cuando te quitabas el casco de la moto y me extendías amablemente mi paquete de medicinas. Odiaba, sigo odiando, ese lenguaje corporal que no es explícito. Ahora que estás arrodillado frente a mi, ahora que me preparo para darte el segundo golpe con el bastón directo en tu cabeza… espero cuando despiertes, tengas el valor para decirme que sí, y sólo sí, durante el resto de mis días…