Este es un aviso para mi familia y todas aquellas personas que piensan soy un ser muy bello. Por favor, no lo leas si no quieres espantarte o piensas que no puedo ser más feíto de lo que ya soy. Gracias.

Conste, queda bajo tu propia responsabilidad. Yo avisé. (Ahhh, la maravilla del tiempo, y del internet, donde uno siente que debe disculparse de vez en cuando. Maravilloso de verdad. Todo mundo esta más cerca y es inevitable. No podía continuar escribiendo esto, digo, sin ofrecer aviso y disculpas).

Tampoco es para niños, por cierto. A no ser que seas promiscuo, un poco inteligente, y que crezcas como esos nenes callados que se esconden de la sociedad hasta que cumplen los dieciocho, y deciden que es hora de hacer cosas ricas. O sea, alguien con un poco de criterio.

Algunas mujeres en mi pasado… pensarán que tengo la fama de emputecer a la mujer como género. Las otras, dirán que jamás les dije una palabra cariñosa en su vida. Otras tantas, las menos, pensarán que sufrí un enamoramiento platónico que nunca consumó en nada. Y pocas más, bien poquitas, aceptaron mi amistad como un regalo y tuvieron en ellas uno de esos hombres cínicos -pero adorables- como aliados.

Fue otro de esos pensamientos post-despertar que tuve el día de hoy, donde me di cuenta que a partir del inicio de mi maravillosa vida sexual (…awn…) no hice mucho por crear lazos cariñosos a través de palabras. Hice memoria y como recuadros fotográficos que pasan a la velocidad de una bala, traté de buscar mis palabras clave en los momentos orgásmicos de mi vida y la actuación estructural de aquellos momentos.

Por decir actuación estructural me refiero, pues, a coger como perros o que me la mamen. Y por decir palabras claves, empecé a recordar claramente, o que eran instrucciones en forma de un ladrido o bien, les decía: “Ahhh que perra eres” o bien “Qué puta”.

No sé por qué, el día de hoy, empecé a hacer pequeñas cuentas de aquellas palabras y actos con mujeres varias. No con eso digo que son genéricas, no… siempre había algo en ella que me fascinaba, que me encantaba, y me hacía apuntar mi nariz (pun intended) hacia ellas. No sólo era una cuestión meramente sexual. Debo confesar que siempre hubo un aspecto intelectual o un reto espiritual que también llamara mi atención. Por lo mismo, también conviene aclarar que por ello nunca me acosté con una modelo, y aún cuando me acerqué a un par, pensando -fugazmente- pues una mamada para el estrés, no pasó.

No es una enciclopedia, pero tampoco es un panfleto. En esos textos viene un tema común… esa peculiaridad de usar las palabras mágicas: Perra o puta, o bien, dar instrucciones. Algo que siempre había tenido clarísimo en mi forma de ser, no era algo desconocido y más bien era bienvenido, sin embargo, hoy tomó otro peso. Como que la revelación de estos hechos, giró tantito su ángulo y significó otra cosa que todavía estoy procesando. Lo que me interesa en particular… son las palabras.

Vamos, si pensaban que esto era un post redentorio o lleno de culpa, pues eso es un error… mi redención o disculpa, se verán consumados en el matrimonio y amor que estoy construyendo (…awn, de nuevo…) / Son las palabras las que me mortifican en esta ocasión: ¿Por qué siempre perra o puta? Muy fácil, porque otras palabritas como nena, reina, mami, o no sé que otros sustantivos más podrán ser usados en la cama, se me hacen demasiado cursis o demasiado largos (no pun intended). Me frenan por completo. Eso, o no decir nada, más que dar instrucciones, o seguir un curso natural y sólo preguntar cosas como, “¿te gusta?” – “¿está rico?”, etcétera etcétera.

Y eso a veces, porque también me parecen cursis.

Hoy me dio curiosidad, simplemente, ¿cómo habrían funcionado esos otros sustantivos follatorios? Yo sé que hubo varias situaciones donde tuve que dejar las palabras de lado, sin embargo, nunca enfrenté una situación donde alguna mujer, en medio de jadeos pugidos y sudores en la cara, me dijeran-. Dime mami -Aún parpadeo hasta el prospecto y entrecierro los ojos. ¿Qué demonios habría sucedido en una situación así? Esa pequeña duda, me tiene con un espíritu travieso de viajar en el tiempo, y cambiar estas pequeñas situaciones sexuales, pequeñísimas, sólo para ver a donde me llevarían.

O tal vez, simplemente, siempre me acosté -en aquel pasado- con ese tipo de mujeres con deseos de follar como perros. Ya le comunicaré a mis hijos en unos años que me considero un hombre afortunado.