Generalmente, antes de escribir un post o revisar un texto, escojo una de mis listas de reproducción en itunes y prendo un cigarrillo. Probablemente, también, me sirva un vaso de Coca Cola y empiece a leer. Me aislo un poco y dejo que la mente trabaje los posibles caminos a seguir, mientras las líneas se escriben, se borran, se destazan. Más tarde, cuando he terminado de escribir, regreso al texto y vuelvo a leer. Solamente leer. Hago notas mentales de los cambios que haré al siguiente día, prendo otro cigarro, sirvo más coca cola, el aislamiento sigue. He notado que si la nota mental es persistente, muy probablemente el cambio valga la pena.
Cosas curiosas y procesos mentales interrumpidos han pasado en estos momentos de soledad y después, el forzoso abandono de la tecnología.
Hace unos días… la semana pasada (aunque bueno, se siente mucho más), mi macbook externó sus primeros vagidos. El ventilador hizo un escándalo como si lo estuvieran violando y después de bajar una herramienta que me permitiera saber … bueno, si el ventilador no sólo se escuchaba jodido, sino que tan jodido estaba… descubrí que andaba a una velocidad muy muy lenta comparado con el otro ventilador. Suspiré maravillado, no imaginaba que la computadora tuviera dos ventiladores y uno para cada lado. Luego, hice una mueca de dolor, augurando largos procesos de abandono a mi común vida cibernética.
Lo malo, es que mi espada del augurio sólo me permitió ver un cachito.
Al día siguiente de los lloriqueos, me levanté dos horas más temprano de lo que abrían la única MacStore en Puebla que he visto. Así que aproveché dos horas para pasear, tomar un café en starbucks, desayunar en sanborn’s, y reflexionar–: Ahhh, justo cuando no tengo chamba… ¿no habíamos calculado que esto pasaría en un año monina? –La mac, guardada en la mochila, asintió como lo hará mi hija adolescente en unos años–. Me vale una chingada tu opinión y me lo voy a coger.
Una hora más tarde después que abrieron la tiendita, hablé con el técnico del lugar, ambos escuchamos el ventilador y me dijo–. Bueno, pues es el ventilador.
–Sí, ¿verdad? —alcé una sola ceja.
–Así es.
–Ajá, el ventilador… ¿Cuánto tiempo tardan en ponerle un nuevo ventilador y cuánto cuesta?
–Pues, cuatro semanas más o menos y tendríamos que cotizártelo.
Asentí muy despacito. Cuatro semanitas.
–¿Y no la pueden limpiar o algo? Puede que eso lo arregle todo.
–Sí, puedo limpiarla, quitarle el polvo. ¿Entonces quieres un servicio?
–Sí.
–¿Tienes garantía?
–Nah, no, no… eso ya pasó hace mucho tiempo.
–Pues déjame tu máquina unos… tres días.
–Bueno… mientras busco el ventilador para que me lo manden un poquito antes —la solución se llama ebay, sí funciona. Repito: sí funciona–. Y ya te traigo el ventilador para que se lo pongas a mi mac. Mientras, pues sí… un servicio, a ver si eso lo arregla (mágicamente).
Le dejé mi mac a un completo desconocido, durante tres días, esperando que eso previniera errores en el futuro. Cualquiera. Podría esperar por el ventilador y mientras no usaría la mac para… bueno, WoW. Cof, cof. Y también photoshop… la cuidaría procurando no abrir dos aplicaciones al mismo tiempo… y esas cosas. Frugal, pero superviviente. Funcional, meramente funcional. Podía ser funcional, sí… no ser el violacomputadoras que suelo ser… forzándolas para abrir y abrir y abrir aplicaciones.
Tres días después, fui por mi computadora. El técnico confirmó que el ventilador todavía se escuchaba, me cobró trescientos cincuenta pesos, me enseñó la computadora funcionando con batería y me dije–. Bueno, al menos ya la tengo… todo bien.
Más tarde, la conecté y algo curioso pasó: La batería no cargaba.
No, no cargaba.
–Así que te lo cogiste, hija…
–Sí papaíto, y lo volveré a hacer, una y otra vez.
No encendía el foquito que dice: Estoy cargando pilas. Tampoco encendía el foquito que dice: batería llena. Por supuesto que me llené de ira (como los guerreros en WoW [Diablos]) y pensé en todo lo que le diría al técnico cuando lo viera mañana, a las once en punto. Ya el hilo mental estaba formándose: A ver… traje mi aparatejo por un error, que no tiene nada que ver con este nuevo error, ¿por qué diablos nos estamos viendo otra vez las caras si no tengo el ventilador que prometí conseguir antes de las cuatro semanas para que tus manitas se lo pusieran? El discurso iba creciendo, a medida que pasaba el día. (Un bonito día donde preparé hamburguesas y compartí con los buenos vecinos de NOlo y su esposa Isa). Me fui a dormir temprano como lo hacen los niños que esperan a Santa Claus, me desperté como un pequeño diablillo y otra vez, terminé en la fabulosa Mac Store Puebla.
Esta vez me atendió un segundo técnico.
–¿Cuál es el problema?
–Es precisamente lo que vengo a preguntarte. Traje esta máquina para que le hicieran un servicio de diagnóstico y cuando me la entregan, resulta que no funciona. No le llega la corriente. ¿Me puedes explicar como le hacen para decirme un problema y a la vez generarme otro?
–Hey, hey, un segundo… tendría que hablar con mi compañero, y no está aquí. Pero déjame tu máquina para servicio…
–¿Otro servicio, de otros tres días?
–No… no… te la entrego mañana.
–¿Hasta mañana, y me vas a cobrar el servicio?
–No, no, en esta ocasión no te cobramos el servicio… hasta que sepamos que onda. Ya si fue error nuestro, bueno… pues lo arreglamos, pero… seguro fue una descarga, cuando la conectaste y…
–No, no es una descarga. Usé regulador.
Nos la pasamos así varios minutos y la dejé de nuevo, a la hija renegada. Hazle lo que quieras, pensé. Al día siguiente llamé por teléfono y me dijeron–. Bien, pues tronó una pieza pequeñita de (más o menos) novecientos pesos, el Left I/O Board… pero tu cargador si funciona, no es culpa del cargador.
Error del técnico decir el precio. Si lo buscas en internet, verás que es una pieza que cuesta entre 100 y 200 dólares. Claro que tendría que obligarlo a que me firmara un papel para que me cobrara los 900 pesos o ponerme como señora necia, y lamentablemente, para esas cosas no puedo ponerme como doña necia. Mi sistema de negociación no incluye aventar chanclas, ni gritar, ni hacer escándalos, sólo meter un cuchillo y darle vueltas hasta que ellos repitan lo que me interesa.
Y esperaba que fuera el cargador, de verdad que sí. Eso es algo que compras en un mostrador.
–¿Y cuánto tiempo tarda en llegar la pieza? —pregunté, nomás por pura diversión.
–Más o menos, cuatro semanas.
–Ohhh, no, eso es ridículo. Cuatro semanas… de verdad me parece un poquito ridículo. Mejor yo consigo la pieza y ustedes la ponen.
–Sí, está bien.
–¿Y cuánto tardan en poner las piezas? No me van a pedir que la deje un día, ¿verdad?
–Dos horas. Nos tardamos dos horas, sólo háblanos antes…
Cuando fui por ella, nos gastamos otro par de minutos… varios. Él tratando de sutilmente dejarme claro que mi culpa fue por conectarla y sucedió una inesperada descarga, y eso es una obra de Dios incontrolable… y yo sutilmente dejándole claro que primero la llevé por una cosita que era un ventilador y cuando me la entregaron, mágicamente le falló otra pieza. Tampoco fui muy necio. Después de todo, hay un momento en la vida de toda laptop, donde las piezas empiezan a fallar… una tras otra, poco a poco, y si no arreglas los pequeños desperfectos primero, después es una tarjeta madre de cinco mil varos, una pantalla de tres mil varos, un teclado de nueve mil novecientos noventa y nueve. Uno nunca sabe.
Ahora estoy aquí, sentado frente a una PC, leyendo este texto que es meramente superficial, pensando en que líneas quitar y agregar, con medio vaso de coca frente a mi y las actualizaciones de sistema se descargan, el wow se descarga, el monitor quema la vista, y las fuentes y todo en general, se ve un poco –sólo un poco– feo.