El primer día de mi rutina animal-de-rutinas salió bastante bien. Salí a caminar, unos 9100 pasos (poco más, poco menos) y tardé una hora y veinte en hacerlo. Originalmente, no pensaba hacer tantos, pero me pidieron tomar unas fotos de un lugar determinado y no imaginé que la distancia fuera … pues, tanta.

Todavía no tengo nociones de las distancias poblana. Me doy una idea, cuando voy en coche, o cuando voy en el camión hacia la CAPU (cosa que tarda media hora de ida, media hora de vuelta), pero si está a un camino que pueda recordar con la memoria, prefiero recorrerlo caminando la primera vez para generar una especie de cálculo persona con la distancia.

Y vaya, no esperé que fuera tanto tiempo.

Lamentablemente, el tiempo que me tomó la caminata movió los horarios de todo lo demás. Cosa inesperada, si pretendo atarme a una rutina. Y esperada, si me levanté una media hora tarde según el texto. Lo bueno es que tengo planes emergentes y horarios sin definir. Todavía hay una novela que escribir, y que va bastante bien.

Qué divertido es George Bernard Shaw. Ayer no podía evitar las carcajadas mientras lo leía. Después del apasionado prólogo que marca las diferencias entre irlandeses, e ingleses, y que habla de las necesidades políticas, sociales, los errores de uno y otro, el análisis de la cultura, el error del nacionalismo, entre… un puñado de cosas más. Shaw fue un señor bastante interesante. Wikipedia les dice quien es, lean y luego busquen.

SI fuera wikipedista, supongo que editaría la versión en español y la ampliaría. Pero no lo soy.

Lo fui. Alguna vez traduje seis o siete artículos un fin de semana. Sin ningún interés en especial. Simplemente le puse random y donde no había una versión en español, me dediqué a la traducción de estos artículos. Podría ser saludable que algunos de nosotros nos organizáramos para hacer un día de la wikipedia o algo así. Lo siento… se llama tiempo libre.

El regreso fue un tanto interesante, encontré dos cosas: un perro que pensé estaba dormido, y en realidad, estaba muerto (tenía sangre en la boca y las moscas, ya volaban alrededor del pobre) y un chofer de camión de gas, fumando junto a su camión. Pensando que eran una especie de señal, asentí resignado y en el camino esperé la tercera señal: Que un título enorme que dijera “DESTINO FINAL” apareciera en el cielo, o algo así. Ahora que estoy en casa, no puedo sentirme menos que aliviado.

A no ser que la tercera señal sea que mi reproductor de música puso “Smooth Criminal” de Michael Jackson. No me llamo Annie… No me llamo Annie… No me llamo Annie.