Hace unos días, fui a ver Avatar. No quería verla. Los primeros trailers fueron lo más honesto a nivel historia: sin diálogo, algo que parece música, los pitufos gigantes, el marine en silla de ruedas, un mundo nuevo y extraño. Fade In, Fade Out, no enseño, esto es un teaser, es lo más que sabrás por el día de hoy y mañana hasta que salga la película. Cuando sacaron el segundo trailer, ya con un poco de diálogo, me pareció lo mismo (REDUNDANCIA: pero con diálogo). Lo único que pensaba era en el gigantesco nombre de James Cameron para cerrar. (En la oración anterior, si cambian “NOMBRE” por “MIEMBRO”, sucede algo desafortunado).
Tenía sentimientos encontrados: Era James Cameron, el mismo tipo que profundizó y transformó la mitología de Aliens y Terminator. El trailer de Avatar me parecía frustrante para uno de mis ídolos en la adolescencia. Así que después de un largo y tortuoso camino (nah), decidí que la iría a ver, sólo porque era James Cameron y su regreso no podía ser tan malo. Fui a verla en la noche, con los vecinos felices (Nolo e Isa) y teniendo en mente que los cortos prometían escasez de historia.
Esto es algo muy importante: Avatar contiene una historia genérica. Un grupo de científicos y mercenarios pagados por un corporativo llegan a un planeta llamado Pandora. Este planeta, guarda en su interior un mineral cuyo valor por kilo vale millones. Resulta que una especie de pitufos gigantes (de aquí en adelante, llamados Na’vi), viven en Pandora. Los mercenarios fueron contratados para proteger y defender la expedición de los Na’vi más violentos. Mientras que los científicos, en su ánimo más humano, investigan lo más posible acerca de este especie y del mundo en general.
Como es de esperarse… los Na’vi protegen este material, los mercenarios ya se hartaron y los científicos buscan la manera de retrasar lo inevitable. La cultura de los Na’vi es ecológica, es espiritual, es de cazadores y guerreros. La especie alienígena son indios, tribus africanas, hippies e insisto, pitufos, en una licuadora. El humano, como siempre, es malvado y codicioso. También esta la dósis de militares que no pueden olvidar las guerras y están hechos para seguir matando hasta las últimas consecuencias. Si han visto historias de ese tipo, ya saben a donde va, qué pasará y quién va a ganar al final. Nada fuera de lo común.
Aquí lo importante, RECALCO, es el mundo, los escenarios y el bestiario. Eso es lo espectacular en esta película. Donde quiera que los personajes avancen, hay algo que descubrir, algo que requiere mucha atención para no perderse los detalles. Los árboles, los animales, los suelos, los escenarios, todo está lleno de detalles, de color, de aspectos increíbles que pueden ser, incluso, avasalladores para tomarlos uno a la vez. Es un mundo nuevo, y lleno de vida. Esto es lo que importa de la película: la creación de un bestiario lo suficientemente creíble (e increíble) para dar esa ilusión que ese lugar puede existir.
Crear un mundo así de creíble, supongo, cuesta trescientos millones de dólares.
En el aspecto humano: la maquinaria, las computadoras, los métodos de comunicación. Verán elementos de Minority Report aumentados. Verán máquinas de guerra, de construcción y de vuelo a escalas que no se ha visto hasta ahora. Y lo mejor de todo, te la crees. Se la compras al señor.
Si vas a verla, tiene que ser en 3D. Es lo mejor que puedes hacer. Procura llegar tempranito y agarrar los asientos de en medio. Compra palomitas y refresco. Todas esas chucherías. Recuerda que estás viendo una historia genérica, sin embargo, es el mundo lo que puede ser inolvidable. Ese mundo nuevo que puede arrastrarte con su infinidad de bestias, flora y escenarios. ¿Qué buenas historias podrían escribirse ahí?