Hoy, que se supone salgo de mi enfermedad, me siento más enfermo que nunca. Me dio una gripa extraña. Incluso me pregunté uno de estos días: “¿Es que no tendré la influenza AN1H1L200N21?”, y luego me di un sape espiritual. No seas alarmista. Tu abuela se fue al cielo. Las alarmas terminaron hace tiempo.
Por fin recuperé mi rutina de caminatas, después de las vacaciones, los recalentados, los viajes, dos familias, los amigos de Sol, los terrenos olvidados, las cenas de fin de año, los intercambio de regalos, los kilos de un gordo que de por sí esta muy gordo. Caminé con todo y mi malestar físico. Caminé despacio, me tomó 50 minutos la rutina de siempre. Mal, mal, mal, me dije cuando llegué a casa. En el camino escuché el podcast de la mano peluda. Lamentablemente, el episodio que escogí, trataba de ángeles y experiencias cercanas a la muerte. Esos no son divertidos.
También escuché el podcast de cinco minutos de chilango.com. Ese nunca me decepciona.
Si volteó a mi derecha, y empujo un poco mi silla, puedo ver la ventana del baño de mi vecino. Tiene la luz prendida. Abandono el oficio del mirón pronto, después de todo, las únicas ventanas que me gustaba espiar eran las que tenía en mi oficina en Casting. Era obvio: una ventana la llamaba Ropa Interior Morada, y la otra, eran las Gemelas Oxigenadas. Ahora que mi jefe esta en una posición que puede verlas, en una de mis últimas visitas me comentó–. Están bien ricas, ¿verdad? –Sí –respondí–. Ropa Interior Morada tiene bonito cuerpo, nomás no le mires la cara.
–Recuerdo a RIM –dice Bob–. No era rubia, no me interesaba en lo más mínimo.
–Pero como te ponías con las gemelitas.
–Entre más vulgarsonas mejor –respondió Bob–. El frío poblano esta cabrón. ¿Cómo decidiste venir aquí?
–El matrimonio.
–Ah, ¿a poco ya estás casado?
–Me parece que sí, Bob. ¿Qué no me has visto a mi mujer? Vive en esta casa, con nosotros.
–Es muy sencillo, Agustín –Bob rechinó la s en agustín–. Si alguien más viviera en esta casa, y si ese alguien más me ignorara, yo me veo en la obligación de reciprocar la situación y negar su existencia.
–Ya soy un adulto, Bob… en algún otro momento, habría encontrado una manera inteligente de responder a tu comentario.
–¿Qué te hace pensar que alguna vez pudiste? –sonrió el cacto.