Hace tiempo que tuvimos esta idea y la llevamos a cabo este fin de semana. Resulta que Jorge tiene un arreglo de fotografías similar en su casa, donde son fotos de un viaje que hizo con su marida. Me encantó. Le dije a Jorge que igual, cuando nosotros tuviéramos el valor de hacerlo, copiaríamos su idea. La verdad es que fotos nos sobran. ¿Y cómo no iban a sobrar en esta época? Este sábado por fin nos sentamos y escogimos cada uno nuestras fotos. Sol María escogió 19 de cientos. Yo escogí 90 de cientos. Definitivamente, mi mujer es la persona con mesura en esta casa. Luego las dividimos por temas: familia, amigos, escenarios, el perro, el cacto y nuestro ego. Ese fue el proceso difícil número a. Después el sábado se compuso de numerosos procesos muy sencillos: salir a comprar los marcos, imprimir las fotografías, comer en cualquier lugar, mirar las fotografías y sonreír con los recuerdos que no se ocultan en flickr, o en picasa, o en los procesos digitales. Tener una fotografía impresa en las manos, supongo, provoca los mismos sentimientos que uno tiene cuando se abre un libro por primera vez. Los procesos físicos aumentan la experiencia tantas veces sea necesario para despertar las emociones. Finalmente el proceso difícil número b: escoger las fotos que irían en esta ocasión (porque planeamos cambiarlas de tanto en tanto), ponerlas en los marcos y luego, a ojo de buen cubero, un servidor puso los clavitos y colgamos los marcos. Ahora nuestra casa se siente distinta. Sí, nuestra casa.