En el arreglo, escogí fotos de la gente a la que quiero… mi familia, mi hermano, mi trabajo, aquellos que se fueron, aquellos que ya no van a regresar. Pensé que me gustaría colgar una foto dellos, ocasionalmente, por si algún día regresan. Tal vez algún día me visiten y me gustaría que cuando entraran a mi casa, se sintieran en su casa, que jamás nos dejamos y estuvimos los unos junto a los otros. Es curioso como unas fotos, un simple arreglo como este, puede traer tantas cosas a la cabeza. Sé que a mi hermano le gustaría verse ahí, tal vez no diga mucho, tal vez nada, pero lo pensará. Tal vez Jorge no venga ya de visita, pero saberse en esa pared confirmará esa verdad que se estableció entre nosotros a través de los años: “Eres como un padre para mí, ¿cómo podría olvidarte?”. ¿Y si este juego es sólo para mi? No lo sé. Lo que hacen unos simples marcos y fotografías impresas. Un caudal de recuerdos que probablemente no se detendrá fácil. Pasarán los días y ese arreglo se convertirá en una dulce costumbre, algo que siempre estuvo ahí, si tengo hijos alguna vez señalarán las fotos y preguntarán quien es esa gente. Tendría que decir la verdad–. Son lo que soy. Gracias a ellos, también estas tú –Una cursilería así. Después le enseñaría mis revistas de Penthouse, para que vea los artículos que escribí en alguna ocasión. Si es nena, seguro me hará el favor de leer. Claro.