Tuve que hacer un desgraciado corte en mis horas tuiteras. Me gustaba leer lo ajeno, esos chispazos de brevedad que todavía me provocan envidia. También, me era agradable enterarme del destino de mucha gente que conocía, que aún conozco, mis amigos en una escala de muchos colores. ¿Qué hacen? ¿Dónde están ahora? ¿Qué tanto han cambiado sus vidas? El puto chisme, las veinticuatro horas, los siete días. En internet todo el tiempo es horario estelar. Leer tanto, y tan poquito a la vez, consumía mis horas, mis cigarrillos, los tres cafés de la mañana, tarde y noche. Mis ojos enrojecieron, me dejé crecer el cabello, fumé más de lo acostumbrado. Eventualmente, en vez de usar la página, descargué una herramienta especializada que sólo usan los expertos y divide el monitor en diez pedazos para que no puedas perderte nada. Algunos días: twitter era como la televisión, en otros era mi madre, en otros más era mi mejor amigo y, creo, que después de muchos años, por fin encontré a mi padre. Me animé a planear diez listas, para diez horas diferentes del día. Seguí con interés a las personas reales y ficticias, a los trolls y a falsas celebridades, a celebridades reales y canales de noticias. Cliquiticlick. Click a un link, click a una foto, click a la estrella, click al retweet. Hasta que lo encontré. Encontré un pequeño pedazo de ciento cuarenta caracteres que me hizo recordar lo que sentí cuando leí mi primera novela. No puedo confesarles cual fue, porque lo que fue para mi, no es lo mismo para ustedes, pero lo recordé. ¿Ustedes pueden recordarlo? ¿La última vez que abrieron un libro de ficción y trataron de llegar a ese otro lado? El chispazo me hizo recordar las horas que pasé, con la ansiedad carcomiéndome por avanzar la página, y las tardes que pasaba en los columpios con el libro, todas las lámparas que me compraron para leer bajo las sábanas. Una persona había escrito todo eso para mi, y me hizo feliz.
Hice un recorte en mis horas tuiteras. Tengo que escribir más, usar las palabras que escondo por ahí, poner toda la sustancia en todos los libros hasta que muera. Si tengo suerte, seré la novela de otro, de uno solo. Y todo estará bien.