Hoy es domingo. Los domingos una capa de polvo me cubre los brazos y tengo que sacudírmela si quiero escribir. Entonces me acordé de cuando era niño, tal vez puberto, y lo fácil que era sufrir por amor. Chamaquitos que creen –de corazón– saber lo que es amor del bueno. Luego de varios años, pienso que el amor se entiende mejor después de vivir una serie de cosas. Una lista muy sencilla de experiencias:

  • La muerte de algún familiar, o de tu primer amor.
  • Una enfermedad mortal en alguno de tus seres queridos.
  • Leer varias novelas y escuchar a uno que otro poeta.
  • Mirar alguna obra de Shakespeare.
  • Que te apunten con un arma.
  • Tener trece pesos en el bolsillo dos semanas antes de terminar el mes.
  • Que un amigo te traicione.
  • Ir, al menos, a un concierto.
  • Sorprender con un beso y aceptar las consecuencias.
  • Colorear un libro de esos de diez pesos, para niños.
  • Escuchar un poco de música clásica.
  • Que te metan un dedo por el culo.
  • Trabajar sin dormir durante tres días.
  • Coger, lo suficiente, para distinguir el bien del mal.
  • Apreciar la belleza de un cuerpo desnudo. Cualquier cuerpo.
  • Cuidar algún animal, cuidar alguna planta, cuidar tu coche. La palabra clave es cuidar.
  • Mantener un diario.
  • Viaja. No importa a dónde.
  • Escuchar “Cénit” de La Castañeda.
  • Ver un muerto.
  • Negar el sexo y sus artificios varias veces.
  • Tomar leche echada a perder.
  • Dormir con alguien, teniendo la esperanza de coger, y no hacerlo.
  • Reírte de ti mismo, durante una humillación. Nomás que no se te haga costumbre.
  • Escuchar lo que dicen tus padres –sabes a que clase de conversación me refiero–, soportando las ganas de morderles la nariz.
  • Contarle a alguien un cuento para dormir.
  • Salir a bailar, aunque no sepas como se hace.
  • Aprender un texto bello de memoria y recitarlo cuando lo recuerdes.
  • Ten un hermano, ten un hijo, ten un buen amigo.
  • Ir a una playa, a quemarte como lagartija.
  • Romperte una parte del cuerpo o una enfermedad que te tire en la cama durante varios días.
  • Llegar tarde a una cita importante de trabajo.
  • Dar un puto discurso. Tal vez no puto, pero al menos un discurso.
  • Convivir en silencio.
  • Abandonar lo que tanto te costó conseguir, o comprar.
  • Mirar: “Esperando a Godot”.
  • Vomitar en un centro comercial, a las tres de la tarde.
  • Golpear a alguien y romperle la nariz.
  • No saber donde despiertas, una sola vez. Insisto: que no se te haga costumbre.
  • Atrapar a una mosca con la palma de la mano, sin matarla. O bien, resolver un rompecabezas de muchas, muchas piezas. La clave es la concentración para una idiotez.
  • Ganar o perder, con ganas de ganar.
  • Defender a tu hermano, a tu hijo, a tu buen amigo, a tu pareja.
  • Aprender por curiosidad y distinguir la curiosidad de la necedad, la infatuación o la miseria.
  • Haz lo que quieras. O sacrifícalo. Nomás decídete. Sin decisión no hay amor ni vida.