Así como la segunda sección del librero tiene muchas que decir, hay secciones que dicen casi nada. Secciones terceras o cuartas, que no están a la vista. Sólo los humanos valientes, con ganas de tronar las rodillas, pueden descubrir las joyas que ocultan esas secciones.
Los “libros arrastrados” aquí, son: “La vida en rosa, el príncipe azul” (Jessica Kreimerman), “El desafío de la paz” (Kurt Waldheim), “El descenso de Xanadú” (Harold Robbins), “La prisión blanca” (Alfred Lansing), “El embajador” (Morris West), “Historia de las doctrinas filosóficas” (Raúl Gutiérrez Sáenz). Ninguno de esos está en leído. Algunos fueron empezados, pero prontamente reemplazados por otros caprichos. (Por ejemplo, el de Lansing, que narra una de las expediciones más emocionantes).
Los clásicos: “El arte de amar” (Erich Fromm), “Las diecinueve tragedias” (Eurípides), “Don Juan” (Byron), “La isla del tesoro” (Stevenson), “Un mundo feliz” (Huxley), “Crimen y castigo” (Dostoivesky), “Madame Bovary” (Flaubert), “El perfume” (Patrick Süskind).
Dos libros de teoría literaria que me prometí leer alguna vez. El de Umberto Eco y una colección de ensayos acerca de la cultura del relato. También están en mi lista de pendientes. (Insisto, ¿qué libro no está en una lista de pendientes? Ah, “El Peregrino”, de Coehlo).
Está el segundo libro de la Saga de los Cole, de Noah Gordon, “El Chamán”. Una de las pocas sagas de ficción histórica que seguí con interés. Muchos recordarán “El médico” (mi preferido) y el último es el de la “Dra. Cole” (mi segundo preferido). Ya se habrán dado cuenta que tengo una segunda copia de los “Motivos de Son” de Nicolás Guillén y fue por un descuido. Pensando que no lo tenía compré un segundo.
En este librero, hay tres libros de Ende: “La historia interminable” (una de tres o cuatro ediciones que tengo), “El espejo en el espejo” y “Momo”. Si empezara a llenar páginas con lo que me provocan estos libros y el recuerdo, me llenaría de telarañas y polvo, como el matemático que está resolviendo la ecuación en uno de sus relatos. El segundo de los mencionados lo estuve buscando durante mucho tiempo, hasta que en una de esas suertes, que tenía dinero y pasaba por una librería, lo encontré y me adueñé de él. Es difícil encontrar otros libros de Ende que no sean los dos grandes infantiles. Esos otros libros que nos dejan entrever los temas que ocupaban la cabeza de ese hombre y como los trataba de distintas maneras. Todavía estoy buscando su “Cuaderno de apuntes” y quien sabe si alguna vez lo consiga.
También, hay tres libros de José Agustín, uno de ellos ya leído y releído: “Ciudades Desiertas”. Los otros dos: “El hotel de los corazones solitarios” y “Amor del bueno”. Mi primer libro de José Agustín, fue uno de cuentos. Eso me llevó a mi segundo libro: “Ciudades Desiertas”. Los otros dos los tengo pendientes. Tal vez jamás debí leer “La tumba”, pero bueno.
“Primero la voz”, es uno de esos libros ocultos que dificilmente se encuentran. Uno de esos premios estatales, donde el gobierno cede dinero para los escritores y hayan su lugar en el estado solamente. Tengo este libro porque mi mujer es tabasqueña. Me deleité con algunos de sus cuentos. Un libro que venía acompañado de amor, de exploración y de complicidad. Una muestra de–. Yo también soy esto.
Todos tenemos libros así, y si no… debería.